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ANÁLISIS DE CULTURA

La última página de un guión

Fotografía  (©foto: )

Por Marta G. BrunoTiempo de lectura2 min
Cultura23-07-2014

Tenía poco más de 12 años cuando tuve acceso a aquella cinta. No era el momento de verla con análisis crítico. Me pareció una locura, una españolada de las de fumar unos cuantos canutos. Incluso desagradable. No la entendí de verdad hasta que con 18 volví a darle una oportunidad. Pasa con la mayoría de las películas españolas contemporáneas. No es el argumento, es un todo que oculta una crítica demoledora a la sociedad y a sus valores. Unas se cogen con pinzas, como Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, por decirlo de una manera fina. Otras tienen un trasfondo ético al menos analizable, como Todo sobre mi madre. Y después cabe dedicar unas líneas a aquellas películas que se deslizan entre la comedia y el terror. Y al final no son ni una cosa, ni la otra. Y he aquí cuando una se detiene e hablar de una joya de coleccionista para el amante del cine. Desagradable e insultante también. ¿Qué pretendía Alex de la Iglesia con El día de la bestia? cinco premios Goya, el virtuosismo de un director entonces jovenzuelo al que cuesta entender, respetable al mismo tiempo. Una alternativa muy Punk a Disney, un guiño cuidadoso al soberano cinematográfico Polanski. Ese imaginario olor a rancio que destila la posada. Pero sobre todo la gloria de alzar a la luz a un actor con la misma capacidad de transmitir ternura que ese punto de miedo colérico y esquizofrénico. Alex de la Iglesia es de ese tipo de directores obsesionados con la perfección en sus producciones, incluso en las de menor presupuesto. Y la relación que experimentó con Alex Angulo es de esas que fluyen solas, que se solapan como hechos a medida. Muy recomendable el cortometraje Mirindas asesinas como ejemplo de ese idilio entonces precoz y juvenil. La capacidad de transmitir miedo en su versión más negra, 10 minutos de agobio desenfrenado. Y después llegó todo lo demás, incluido el gusanillo periodístico gracias a un apasionado redactor jefe, Blas, de los que les gusta llegar al fondo del asunto, de los que ya no quedan. Lecciones un poco peliculeras pero motivantes sobre la profesión. Pese a todo un personaje, un guión aprendido, pero tan bien interpretado que queda fundido. No nos damos cuenta de lo efímera que es la vida en este mundo hasta que vemos lo rápido y fácil que es acabar con ella. Es una reflexión sencilla pero necesaria cuando ocurren desgracias imprevistas. Sobre todo cuando, como él, se fueron cuando aún tenían mucho que ofrecer.

Fotografía de Marta G. Bruno

Marta G. Bruno

Directora de Cultura de LaSemana.es

Licenciada en Periodismo

Estudio Ciencias Políticas

Trabajo en 13TV

Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press