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ANÁLISIS DE ESPAÑA

Dos historias de violencia

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España05-05-2014

Las sociedades se acostumbran a convivir con la violencia. La sensibilidad de cualquiera que la tenga se estremeció al ver por primera vez las imágenes de los inmigrantes encaramados en las vallas de Melilla. Algunos ensangrentados por las concertinas. A fuerza de repetirse, los ojos acaban acostumbrándose a la escena sin que por ello la desesperación humana deje de ser igual de desgarradora que la primera vez. Los ejemplos están en todas partes. Cuando uno se asoma a los datos de asesinadas en Ciudad Juárez, se pregunta cómo puede ser que en esa ciudad siga habiendo mujeres que se levantan todas las mañanas con el objetivo de hacer una vida normal en lugar de subirse al primer autobús que las saque de ahí para iniciar una vida nueva. Donde sea, pero a salvo. Quizá porque se lo impidan otras vallas. Los muertos en Siria hace ya tiempo que se cuentan como estadísticas. Por repetición la violencia va con el tiempo deformando hasta la anestesia el modo de asumirla. Hoy cualquier secundario de Tarantino hace que aquellos drugos de la Naranja Mecánica parezcan boy scouts. En la España de 2014 se produjeron en pocos días dos escenas de violencia que no han tenido la misma respuesta. Una fue en un campo de fútbol. Un imbécil le lanza un plátano a un futbolista negro, que para sorpresa de todos, coge la fruta y se la come. Todo un gesto de rebeldía y elegancia al mismo tiempo. La imagen da la vuelta al mundo. Las redes sociales se vuelcan en apoyo del futbolista agredido. Personalidades de todo tipo hacen girar una campaña contra el racismo. La otra escena de violencia llega de la mano de una operación policial contra una veintena de imbéciles que usan las redes sociales para soltar perlas como: "que pena que ya no exista ETA para que seas la nueva Irene Villa" o "el próximo 13 de mayo sería el cumpleaños de Miguel Ángel Blanco, pero oooh ETA le metió dos tiros en la chola‎". En ninguno de los dos casos hay agresión física. Aunque hay agresión. El lanzamiento de un plátano es un gesto con evidentes connotaciones racistas realizado con la intención de insultar. Lo contrario a tirarle un clavel a un artista. Y a todo el mundo le pareció bien que el autor fuese identificado, multado, expulsado de por vida del estadio, despedido de su trabajo y detenido por la Policía. Sin embargo, en el otro caso no hubo campaña en las redes sociales. Después de 50 años de violencia y más de 800 muertos no hubo personalidades que diesen la cara por poner freno a estas expresiones violentas. ¿Qué tal un #TodosSomosIrene o #StopETA por ejemplo? Hubo quien apeló a la libertad de expresión para insultar. Para mofarse de que una bomba dejase sin piernas a una niña. Defendieron la libertad para que alguien use un canal público como una red social para descojonarse de que a un joven le volasen la cabeza a balazos. Es decir, hay gente que asume o justifica la violencia de un modo tan interno que considera que esos comentarios pueden convivir con normalidad entre nosotros. Incluso ese tipo de personas consideran que quien agrede es la Guardia Civil por "censurar" el uso de las redes sociales. Sólo queda desear que no se anestesie la firmeza contra las expresiones violentas racistas para que mañana no haya nadie que ampare insultos como el que sufrió el futbolista dentro de la legítima libertad a ser un imbécil. Ya sea en un campo de fútbol o en una red social.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio