Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

SIN ESPINAS

Intereses creados

Fotografía

Por Javier de la RosaTiempo de lectura2 min
Opinión24-06-2002

“Al fútbol no se lo carga nadie”, dijo Camacho en la rueda de prensa posterior a la fraudulenta eliminación de España ante Corea. Razón tenía. Con el fútbol ocurre lo mismo que con la Iglesia. Cuando Napoleón le dijo al Papa que acabaría con la ella, éste le contestó: eso es imposible, porque ni nosotros, con nuestros errores, hemos podido. Si el tiro al palo de Morientes se hubiera trasformado en el gol de oro que clasificara a España, nadie estaría hablando ahora de las penurias que nos hicieron pasar el egipcio, el ugandés y el de Trinidad Tobago. Por eso, los ladrones de ilusiones, que estoy seguro de que existen también en el fútbol, nunca podrán acabar con este espectáculo que aglutina tantas emociones en torno de sí. Contaba un afamado periodista que los 9 dólares que cobra el arbitro ugandés por arbitrar un partido en su tierra son muy fáciles de superar para cualquier chantajista. Ahora pienso que los pitidos a Blatter en el discurso inaugural de esta pantomima de Mundial fueron otra farsa para despistar al resto del mundo. Los coreanos le silbaron tanto que tuvo que interrumpir su discurso para pedir “fair play”. ¿Juego limpio, señor Blatter? Cuando se juega lo que se juega un país ¿pone usted los partidos de cuartos de final a las tres de la tarde en una Corea del mes de junio? Esto no es Inglaterra, donde llega la fresquita. O los pone en Dallas donde uno de los nuestros o los coreanos se podía haber muerto en el campo. Todo para vender el fútbol en EE.UU. Ahora tocaba Corea. Me pregunto ¿qué parte de las ventas por el merchandising de las camisetas de la selección coreana se meterá Blatter en su bolsillo? La marea roja se habrá convertido ya en la marea verde de dólares en la que algún día se ahogarán estos asesinos de ilusiones. Para marearse, sin duda, es que te coloquen a un juez de línea que arbitra en una liga de 10 equipos a la que no van ni 500 espectadores por partido. Coreanos, estadounidenses, todos potenciales consumidores de esta droga que es el fútbol y de la que los europeos ya no nos podemos desenganchar. Por eso, no les importa el espectáculo ofrecido en este Mundial. Pero el fútbol no morirá porque mientras exista la posibilidad de que entre el gol de Morientes, Rivaldo, Maradona, Pele, Di Stefano o Zidane ni los jefes del fútbol -desde dentro- podrán acabar con él.

Fotografía de Javier de la Rosa