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ANÁLISIS DE CULTURA

Ese cretense loco

Fotografía

Por Marta G. BrunoTiempo de lectura2 min
Cultura15-01-2014

Qué desafortunado debe sentirse el artista que ofrece hasta su alma por la pasión que le arrebata tantas horas de su preciada vida. Qué duro el esfuerzo para no ver recogidos sus frutos en vida. Es la desgracia y triunfo de los mejores, adelantados a su tiempo, incomprendidos, desatendidos durante siglos, hasta que alguien pone fe y empeño por sus obras, las enseña el mundo, y como una traca de fuegos artificiales, desbordan éxito imperecedero. Han pasado cuatro siglos desde que el Greco se atreviera con figuras fantasmales, expresivas, alargadas, contrastes. El inicio y final de un aprendiz preso de los cánones y convertido en un cisne dotado de personalidad. Un atrevimiento expresivo in crescendo en sus últimos años, demasiado arriesgado para la época. Toledo, ciudad emblemática donde las haya, con un lustre casi intacto que devuelve al carismático pasado, no solo refugió a Doménikos Theotocópulos, también encandiló al artista, hasta ser de hecho una de “las culpables” de tal evolución rocambolesca de superpoblación de figuras manieristas, fórmula ondulante de la llama de fuego, donde nunca brilla el sol. ¿Naturalismo o abstracción? ¿misticismo o extravagancia? no, es la característica de un genio que el realismo tiene dominado y prefiere abstraerse hacia otras formas con ligeros toques cubistas. Las opiniones libres son y los gustos tan variados como para darle la vuelta a la situación. “El Greco no era un loco ni el desaforado extravagante que se pensaba. Era un colorista audaz y entusiasta”. Paul Lefort pone la guinda en 1869. Édouard Manet, la Generación del 27. Max Aub queda prendado desde la literatura del exilio. “...Parécenme almas negras, atormentadas, que hacen memorar luces de Pentecostés que el Greco hizo volar...” Ese cretense loco, dicen que nada místico y un poco usurero, pero dueño del paisaje solemne de la ciudad de Toledo, abrió sus alas para marcar la historia del arte para siempre, para gracia de los que ahora podemos ser testigos de su vocación sin prejuicios. Es la belleza de poder expresar lo que a uno le venga en gana y encima con gusto.

Fotografía de Marta G. Bruno

Marta G. Bruno

Directora de Cultura de LaSemana.es

Licenciada en Periodismo

Estudio Ciencias Políticas

Trabajo en 13TV

Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press