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ANÁLISIS DE INTERNACIONAL

Brasil: fútbol, playas y disturbios

Fotografía

Por Isaac Á. CalvoTiempo de lectura2 min
Internacional24-06-2013

Brasil proyecta una imagen amable entre la mayoría de la opinión pública mundial. Buen clima, playas espectaculares, fiesta, samba, jugadores de fútbol fabulosos, entre otros muchos encantos, son algunos de los atractivos que han calado en el subconsciente de las personas. Además, el país ha recibido el espaldarazo de diversos organismos que le han concedido la organización de importantes eventos con enorme repercusión internacional como la actual Copa Confederaciones de fútbol, la Jornada Mundial de la Juventud de este verano, el Mundial de fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de Río de Janerio de 2016. Precisamente, durante la celebración de la Copa Confederaciones se están registrando multitudinarias protestas populares que acaban en disturbios y que se han cobrado más de una vida. Estos hechos, que siempre llaman la atención informativa, están teniendo aún más repercusión debido al campeonato futbolístico. El detonante de las manifestaciones fue la subida de unos céntimos en el transporte público de las principales ciudades del país. Sin embargo, es evidente, que tras las movilizaciones populares subyacen otras causas mucho más complejas e importantes. Entre ellas bien podría estar el hartazgo hacia la clase política brasileña, a la que muchos ven como una fuente de corrupción, llena de privilegios y más preocupada en despilfarrar el dinero construyendo estadios u organizando eventos que en ofrecer mejores servicios públicos. Es curioso que, además, todo esto suceda con un Ejecutivo encabezado por la famosa activista de izquierdas Dilma Rousseff, quien sucedió al carismático Lula da Silva y con el que también fue ministra. Quizá haya llegado el desencanto a los que creían que los gobiernos del Partido de los Trabajadores iban a ser la panacea. El poder real termina cambiando a las personas y bastantes de los discursos. Mucho de lo que se promete cuando se está en la oposición no se aplica en el poder y muchas de las actitudes que se critican se terminan convirtiendo en propias cuando se llega al Gobierno. Aun así, hay que reconocer que las condiciones de vida en Brasil han mejorado en los últimos años, especialmente con Lula da Silva. El país se ha desarrollado económicamente, se ha reducido la pobreza y ha habido grandes avances en servicios públicos como educación y sanidad. Es posible que todo esto también haya despertado el espíritu crítico de la población para seguir mejorando y evitar que los políticos se duerman en los laureles, o peor, se desvíen del interés general. Toda crítica constructiva y argumentada es buena para ir construyendo un Estado mejor. Solo falta que sea escuchada y que no caiga en saco roto.

Fotografía de Isaac Á. Calvo

Isaac Á. Calvo

Licenciado en Periodismo

Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación

Editor del Grupo AGD