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SIN CONCESIONES

#SOSdiscapacidad

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura4 min
Opinión03-12-2012

Un SOS es una llamada de socorro. Un auxilio al vacío en situaciones de peligro. Un grito de desesperación. Las carreteras españolas están repletas de postes de SOS que nadie utiliza. Ahora, cualquiera llama desde el teléfono móvil en caso de emergencia. Cada uno soluciona su problema y ya está. Cuando un coche se paraba hace un par de décadas en medio del asfalto, otro detenía su camino para ayudar al prójimo. La tecnología ha acabado con esos gestos de solidaridad porque todos presuponen que el afectado avisó a la grúa y el socorrista anda en camino. Aún así, hay un colectivo que acaba de lanzar un SOS en voz alta y en plena calle para que todo el país lo escuche alto y claro. Son casi cuatro millones de personas, el diez por ciento de la población. Pero tras ellas hay padres, hermanos, parejas e hijos... hasta alcanzar la cuarta parte de los ciudadanos. Uno de cada cuatro españoles tiene en su familia más directa una persona con discapacidad y/o dependencia. Por eso, este SOS retumba más fuerte y suena más lejos que los demás. Las calles de España se han abarrotado de protestas en el último año. El Gobierno de Mariano Rajoy ha sufrido en menos de doce meses dos huelgas generales, multitud de concentraciones de indignados con el sistema político y manifestaciones de médicos, enfermeras, policías, bomberos, jueces, funcionarios, actores y cineastas, sindicatos, parados, yayoflautas... Los únicos que faltan por coger la pancarta son los futbolistas. Ese récord aún no lo han superado Cristiano Ronaldo y Leo Messi. Las personas con discapacidad nunca habían alzado su queja en toda la democracia pero en plena época de recortes sociales han agotado su paciencia. Son las últimas en sumarse a esta moda, a pesar de que por urgencia y por necesidad deberían ser las primeras. Si no lo hicieron antes fue por responsabilidad y porque están acostumbradas a sufrir. Cuando a un funcionario le quitan la paga extra de Navidad, pone el grito en el cielo. Cuando una persona en silla de ruedas o con problemas de visión encuentra una adversidad, busca el modo de salvarla. Está acostumbrada. Lo hace todos los días sin excepción. La discapacidad obliga a realizar sacrificios extraordinarios a diario. En unos casos, salir de la cama constituye en sí mismo un enorme esfuerzo. En otros, encontrar la ropa en el armario. Algunos se calientan el desayuno a tientas. Otros se juegan la vida cada vez que cruzan un paso de cebra con la única ayuda de un bastón blanco. Un escalón de la acera puede suponer una muralla difícil de ascender. La pantalla del ordenador se convierte en una gran mancha blanca si no está convenientemente configurada. Y así una larga lista de pequeños detalles que dificultan la integración de un colectivo de casi cuatro millones de personas. Estas barreras ya son suficientes en el día a día como para añadir otras por los recortes, por impagos de las administraciones y por falta de sensibilidad social. Las ayudas y deducciones que reciben las personas son discapacidad son la manera de compensar su sobreesfuerzo. Así que los efectos de la crisis económica no deben recaer en los más vulnerables porque ellos ya padecen su propia crisis en forma de ceguera, lesión o enfermedad. Sin embargo, son tan eficientes o más que el resto cuando trabajan en igualdad de condiciones. Lo he comprobado durante casi doce años con compañeros capaces de batir a la competencia con su inteligencia, ingenio, extraversión, buen humor, responsabilidad y compromiso. Están tan acostumbrados a luchar y superarse a sí mismos que llegan donde los demás no alcanzamos o, al menos, eso creemos. Ellos saben que pueden tanto y mucho más con tesón. Así que, en ocasiones, llegan más lejos y antes que el resto. El domingo marcharon por las calles de Madrid para reivindicar sus derechos sociales y los de otras personas en peor situación que no pueden valerse por sí mismas. A éstas no se les puede recortar prestaciones porque implica recortarles la propia vida. Así que el #SOSdiscapacidad invita a que nos demos cuenta de esta realidad. Quien crea que es una simple llamada de socorro se equivoca. Mañana puedes ser tú quien necesite ayuda para ver, escuchar, hablar o caminar. El #SOSdiscapacidad es una reivindicación tras superar lo que muchos creen insuperable. El #SOSdiscapacidad es un sentimiento que nos involucra y nos llena de orgullo incluso a los que aparentemente no somos discapacitados. Sólo en apariencia porque, en verdad, no hay mayor discapacidad que ser insensible a los problemas de los demás.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito