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SIN CONCESIONES

Catalunya is Spain

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura5 min
Opinión17-09-2012

Les guste o no les guste, Cataluña es España y España es Cataluña. Una cosa no puede entenderse sin la otra. Así ha sido durante más de 500 años, aunque le duela a los independentistas que ahora alimentan una utopía absurda, irreal, onírica, insostenible, imposible y falaz. Ellos lo saben y, en muchos casos, lo asumen. Pero juegan con palabras a medias para abonar las ilusiones de los ciudadanos. Utilizan mentiras políticas para culpar al resto de España de su mala gestión económica y justificar así una quimera que tiene fecha de caducidad en las próximas elecciones autonómicas. El nacionalismo catalán ha encontrado en la calle la excusa perfecta para descargar su responsabilidad y culpar a otros de sus males ante la próxima cita con las urnas. La estrategia de Artur Mas resulta tan burda como antigua. Así desvía la atención de los problemas reales que tiene la comunidad autónoma que gobierna desde hace tres años y, de paso, araña votos a los soberanistas de Esquerra Republicana de Catalunya. Sólo sorprende que los socialistas catalanes se presten de forma irresponsable a la coartada y sumen su voz a la reivindicación como mera comparsa. Estoy seguro de que muchos catalanes sienten hace décadas esa ansia independentista. No lo dudo. "Hay gente pa tó", como dicen que soltó el torero Rafael Gómez El Gallo cuando le presentaron al filósofo José Ortega y Gasset. La gente es libre de pensar, opinar y manifestar lo que quiera. Pero a los políticos debemos exigirles un poco de prudencia y responsabilidad. Ellos saben el difícil camino que tendría que recorrer Cataluña para lograr la independencia y, aún más, conocen a la perfección las nefastas consecuencias económicas que tendría para la región. Se trata de un órdago al conjunto del Estado sin querer mirar siquiera sus cartas. Cataluña tiene todas las de perder, pero sus dirigentes se empeñan aún así en conducir la comunidad hacia el abismo. Muchos nos echábamos las manos a la cabeza en el resto del país cada vez que planteaban un desafío de semejantes dimensiones. Pero ahora somos más conscientes de las implicaciones que tendría para ambas partes y sabemos quién perdería realmente la partida. Por lo tanto, si realmente quieren la independencia, seamos generosos... pero que antes expliquen a los catalanes la que se les viene encima. No ha sido el Gobierno de España quien ha amenazado a Cataluña con expulsarla de la UE si obtiene la independencia. No, no. Ha sido el propio presidente de la Comisión Europea, el portugués José Manuel Durao Barroso, quien ha recordado que obtener la autodeterminación supone la automática exclusión del mercado único, del euro y de la libre circulación de fronteras. Así que el listo de Artur Mas tendría que empezar por construir barreras a las puertas de Aragón, de Francia y de Valencia. Tendría que crear una nueva moneda sólo para Cataluña que, en estos tiempos de crisis, equivaldría a una inmensa devaluación y conllevaría una tremenda pérdida de poder adquisitivo para los ciudadanos. También pagaría aranceles por importar y exportar al resto de Europa. Si obtuviera la independencia ahora mismo, el nuevo país nacería quebrado porque tiene una deuda de 5.000 millones de euros que no puede pagar y que le ha obligado a pedir auxilio al mismo papá estado que quiere abandonar. La independencia sería la ruina para Cataluña, con un éxodo masivo de grandes empresas y multinacionales que están implantadas en la región. Los aficionados al fútbol verían al Barça fuera de la mejor liga del mundo, lo que dejaría al club sin ingresos suficientes para pagar el sueldazo de Messi, y perderían a Iniesta, Villa y Pedro por ser extracomunitarios. En cuestión de semanas, Cataluña pasaría de ser una de las comunidades más prósperas de España a situarse a la cola del continente. Los políticos catalanes conocen esta realidad. Así que la independencia es un farol, una amenaza con la que negociar un mejor trato de convivencia. La verdadera demanda de CiU es un nuevo pacto fiscal, es decir, un incremento de los ingresos que Cataluña recibe del Gobierno de España. Más dinero para tapar sus carencias de gestión y para justificar el incierto eslogan de que la comunidad está maltratada por el resto del país. Es totalmente falso pero la mentira ha calado en la sociedad por la insistencia de los soberanistas y la complicidad irresponsable del Partido Socialista y del Partido Popular en Cataluña. Por acción o por omisión, los dos son tan culpables como CiU y ERC. Los datos dejan al descubierto la demagogia de los políticos. Cataluña y Madrid reciben del Estado casi el mismo dinero a pesar de que en Barcelona recaudan menos de la mitad (31.169 millones en 2010) que en la capital (74.979 millones). La diferencia resulta abismal y desmonta la teoría discriminatoria. Por eso, tampoco debe aceptarse el chantaje del pacto fiscal. Si Cataluña quiere más dinero, que explique su egoismo a extremeños, andaluces, asturianos, riojanos, gallegos, manchegos y todos los que se benefician de la solidaridad territorial. Los madrileños seguimos dispuestos a renunciar a parte de lo que nos correspondería por el bien común de todos. Convivir es compartir. El Estado de las Autonomías que consensuamos en 1978 era en régimen de gananciales. Dentro de un país, no existe la separación de bienes. Luego, si quieren divorciarse, los catalanes tendrán que compensar a la familia y correr en adelante con todos sus gastos. Pero lo mejor que pueden hacer es asumir que Cataluña es España y España es Cataluña.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito