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ANÁLISIS DE SOCIEDAD

Mirada sin luz

Fotografía

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Sociedad05-09-2012

La mirada sin luz de Ruth lo dice todo: son los ojos de una madre que ha tenido que desparir a sus dos pequeños de una forma cruel. No ha sido un accidente, ni una enfermedad, ni un desenlace provocado por la mala suerte. Su caso no es el de esa madre que puede aferrarse al menos al cariño de uno de sus hijos, al estilo de historias como la de Salvar al soldado Ryan. Los niños de los ojos de Ruth han muerto en manos del hombre que los engendró, del hombre que ella un día eligió para compartir su vida. De menos, para lo éticamente informativo y para la próspera salud moral de las personas, son los detalles morbosos del caso. Casi todos, a estas alturas, conocemos más o menos datos y poco aportan esas pinceladas de concreciones a esos dos ámbitos. Esas son cuestiones para los investigadores y estudiosos. Pero lo que sí es necesario para el común de la ciudadanía es reflexionar sobre las causas de que un acontecimiento tenga lugar en una sociedad supuestamente madura y evolucionada. Quizás todo sea tan simple como que en existen personas en las que la maldad campa a sus anchas como parece serlo José Bretón, argumento que no proporciona ningún consuelo. De la mano de los ríos de caracteres y temas del momento de la sociedad de la información en la que vivimos han surgido los eternos debates que suelen acompañar a los sucesos en los que hay víctimas menores de edad: la rebaja de las penas y la demanda de la cadena perpetua, la profesionalidad de la justicia y la policía, las reivindicaciones de las feministas, los oportunistas que tratan de sacar tajada al dolor ajeno y toda esa cofradía de comparsa deshumanizada que acostumbra a rodear a la tristeza de noticias de este tipo. No es habitual que los niños mueran antes que sus padres, que uno de ellos provoque tanto dolor, ni que las madres acaben con la mirada apagada después de desparir a sus hijos. Pero también habría que plantearse qué se podría responder ante otras cuestiones que surgen en casos como el de los pequeños de Córdoba Ruth y José. Ésta sería la segunda y obligatoria reflexión que deberíamos hacer. ¿Por qué atrae tanto al ser humano husmear en los detalles de la muerte de los niños? ¿Qué aporta a la opinión pública y, sobre todo, a la vida diaria de las personas anónimas y supuestamente normales que la conforman? ¿Volverá a ocurrir algo similar después de tanta información?

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

Las personas, por encima de todo