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ANÁLISIS DE CULTURA

La Feria del libro en 1936

Fotografía

Por Marta G. BrunoTiempo de lectura2 min
Cultura30-05-2012

Un mercado en el que no se venden ni lechugas de tomates, sino libros. Un espacio donde los autores esperan firmar libros, algunos consiguen largas colas de gente deseosa porque su autor favorito le plasme una dedicatoria. Otros se quedan con las ganas porque el fruto de muchos meses de trabajo no ha sido publicitado lo suficiente. Esa es la Feria del libro, queridos lectores, la misma que se repite año tras año, pero en la que este no sólo se respiraba un ambiente primaveral, sino algo más. Un ¡que paren el mundo, que yo me quiero bajar! como diría Mafalda. Los editores han iniciado su cita anual con temor. El año pasado las ventas bajaron un 4 por ciento respecto a 2010. Entonces estábamos mal, pero había unos cuantos parados menos y el tema de cada día no era si la prima de riesgo superaba los 500 puntos básicos, no, entonces estaba en 220. Este año, con un 10 por ciento de descuento y optimismo, los libreros esperan no ya una remontada, sino al menos no irse peor de lo que lo dejaron el año pasado. Dicen que lo mejor llega el segundo fin de semana. Por lo menos no hay que suspenderla, como sí de hizo en sus primeros años, entonces por causas bien distintas. Aunque comenzó en 1933, corría el año 1936 cuando la Feria del Libro tomaba carácter oficial, cuando por cierto se celebraba en el madrileño Paseo de Recoletos, entre Cibeles y la Biblioteca Nacional. Curiosamente también se ofrecía un descuento del 10 por ciento en sus libros. La idea era promover la lectura como un derecho para todos, que las “masas” colaboraran en el progreso nacional. De hecho entre 1933 y 1936 abrieron nada menos que 5.000 bibliotecas en España. “La tierra habitable ha sido toda ella descubierta, pero nos queda el mundo sin contornos, el mundo infinito constituido por el orbe del espíritu”, proclamaba el ministro de Instrucción Pública, Fernando de los Ríos, en su inauguración. Por aquel entonces “El retablo de Don Cristobal”, de García Lorca amenizaba la feria representado con guiñoles. Había casetas monográficas dedicadas a Lope de Vega, Mal año para ello. Hasta 1944 no se volvió a recuperar, la Guerra Civil no lo permitió. Hoy se vende de todo en esta animada y familiar fiesta en la que se ha convertido la cita. Lo más curioso: un libro sobre las muchas maneras de ponerse la corbata hasta otros sobre cómo pelar bien la fruta. Y lo mejor es que aún no está todo inventado.

Fotografía de Marta G. Bruno

Marta G. Bruno

Directora de Cultura de LaSemana.es

Licenciada en Periodismo

Estudio Ciencias Políticas

Trabajo en 13TV

Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press