ANÁLISIS DE INTERNACIONAL
La guerra, del espectáculo al horror
Por Isaac Á. Calvo2 min
Internacional19-03-2012
El público se ha acostumbrado a ver la guerra como un espectáculo televisado en el que luces, explosiones y aviones de combate son los grandes protagonistas. La muerte, como se produce a distancia, y no se muestra sangre, no empaña las imágenes. Muchos periodistas se pueden empotrar en alguna unidad militar y contar en primera persona el día a día de la contienda, con todo lujo de detalles, no exentos de las limitaciones impuestas ni de la propaganda que los altos mandos quieren mostrar. La alta tecnología, los ataques de precisión y los bombardeos realizados desde decenas de kilómetros son herramientas muy útiles en la contienda. Contar con todos ellos es un factor determinante, pero, la mayoría de las veces, no son suficientes para ganar una guerra. Cuando esto sucede, hay que recurrir a la lucha cuerpo a cuerpo, en la que las fuerzas propias tienden a equilibrarse con las del enemigo. En ese momento, el espectáculo televisivo deja paso al lado más duro y despiadado del enfrentamiento. En Iraq y en Afganistán se pueden ver dos ejemplos muy recientes. Al principio, todo parecía muy sencillo y los avances eran muchos y rápidos. Sin embargo, para obtener la victoria total hay que estar físicamente sobre el terreno y aquí comenzó la sangría. El número de muertos ha aumentado considerablemente y se registran auténticas tragedias e injusticias. Hay que estar psicológicamente muy preparado para poder soportar la tensión bélica, para matar, para ver morir a compañeros y para no saber si ese va a ser tu último día en la tierra. Pese al minucioso entrenamiento, se está incrementando el número de soldados que acaban desquiciados y desequilibrados. Aumentan las depresiones e incluso se han registrado suicidios meses después de haber regresado a casa. Precisamente, el estrés y el alcohol son las causas que baraja Estados Unidos para explicar cómo uno de sus militares asesinó la semana pasada, de forma indiscriminada, a 16 civiles en Afganistán. Ciertamente, este tipo de matanzas son una excepción, y los casos de estrés postraumático en la tropa siguen siendo bajos, a pesar del crecimiento registrado. Aun así, es muy conveniente no restarle importancia. Los que cometen excesos en la guerra deben ser juzgados, y los que regresan psicológicamente enfermos han de ser tratados médicamente. Pero, sobre todo, las autoridades castrenses tienen que analizar por qué se están produciendo esos casos, buscar soluciones y hacer todo lo posible para que no se vuelvan a repetir. Aquí va una primera sugerencia: evitar la guerra a toda costa.
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Isaac Á. Calvo
Licenciado en Periodismo
Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación
Editor del Grupo AGD