ROJO SOBRE GRIS
Ahora veo
Por Amalia Casado3 min
Opinión08-02-2010
Hoy es uno de esos días en que no recuerdo ni lo que me ha sucedido los días pasados de puro agotamiento ¡Pero qué sueño! Con sólo pensar que mañana comienza una semana entera con sus siete mañanas, tardes y noches se me encoge la cabeza y cada minuto se me hace inmenso y plúmbeo. Gracias a Dios, he visto una película y he leído una cosa de esas bonitas, de esas que alimentan el alma, de esas que te despiertan aunque estés profundamente dormido y que sirven especialmente para ver cuando estás ciego del cansancio o casi aniquilado por la indiferencia. Es en esos momentos tontos de la vida cuando necesitas que algo te recuerde que hasta en el más profundo agotamiento puedes hacer algo que merece la pena. Para mí, en este preciso instante en el que escribo, hacer algo que merezca la pena es enfrentarme a este artículo con todo mi cariño y con el cien por cien de mis posibilidades, aunque sean sólo el cinco por ciento de mi rendimiento habitual. Al grano. “Todo el mundo puede ser grande, porque todo el mundo puede servir. No necesitas un título para servir. No necesitas saber hablar bien y que concuerden el sujeto y el verbo para servir. Tan sólo necesitas un corazón lleno de gracia, un alma creada por amor”. Es una traducción libre a unas palabras de Martin Luther King junior que me he encontrado en la bitácora de un cantante canadiense. Es la cosa bonita que he leído esta semana, y no necesito agregarle nada. Todo el mundo, cualquier persona de cualquier condición, puede ser grande porque puede servir. Podría irme a dormir tranquila. Pero casualmente, he visto una película preciosa, titulada Amazing Grace, sobre el hombre que luchó en Inglaterra para abolir el mercado de esclavos. Es la historia de un hombre que quería servir, de un hombre que quería cambiar el mundo y de cómo lo hizo gracias a su perseverancia, a la concurrencia de la amistad, del amor y de la gracia de Dios. Es la historia de uno de esos hombres que te levantan de la silla, que te despiertan del letargo, que te invitan a mirar a tu alrededor para encontrar ese algo por el que tú vas a luchar hasta caer exhausto y que te obligan a preguntarte: ¿Estaré haciendo yo algo que merezca la pena? Eran pocos los que veían en el esclavo a un hombre igual, pero no le importó; a punto estuvo de abandonar la lucha, pero resistió. Y cambió el mundo. La historia de William Wilberforce me recuerda a la de algunos hombres y mujeres que, contra la opinión y ceguera mayoritarias, ven a una persona en un niño no nacido como él la veía en un esclavo. A la película le da título un himno muy popular escrito por un esclavista inglés que posteriormente se convirtió al cristianismo, amigo de William Wilberforce: Was blind but now I see (Estuve ciego, pero ahora veo). Rojo sobre gris a esos que ahora ven y luchan, en medio de esta terrible ceguera. Hombres que sirven. Hombres grandes.
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Amalia Casado
Licenciada en CC. Políticas y Periodismo
Máster en Filosofía y Humanidades
Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo