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ROJO SOBRE GRIS

... puntos suspensivos

Fotografía

Por Amalia CasadoTiempo de lectura2 min
Opinión15-03-2009

Si fuese ante un micrófono o una cámara, lo diría: “Puntos suspensivos”. Como es frente al teclado, lo dibujo: “…” Me tienen maravillada. Durante toda la semana he martirizado a mis comensales y compañeros con el tema: los puntos suspensivos. La culpa la tienen ellos dos: Maribel Verdú y Fernando Sánchez Dragó. No es que sean amigos del alma. Ni siquiera los conozco personalmente. Pero hace unos días sucedió eso que quienes hacen televisión llaman magia. Estos dos personajes se colaron en mi casa una noche y me sedujeron sin efectos especiales, sin complicados movimientos de cámara, sin músicas subjetivas, sin extravagancia alguna, sin escenarios grandiosos. Planos sencillos y la palabra. Punto. Conversaban entre ellos sobre libros con toda naturalidad, como si nadie les estuviera viendo. La televisión hizo posible que fuésemos testigos convidados. Hablaron sobre muchas otras cosas: también de los puntos suspensivos. Me quedé enamorada de esas tres motitas. Aparentemente insignificantes, aparecen por doquier en uno de los recientes guiones cinematográficos que Maribel Verdú ha interpretado. Hablaba ella de lo difíciles que son y el reto que supuso. Sánchez Dragó le preguntó que cómo se hacían. Fue como cuando el fisioterapeuta te coloca las vértebras al pillarte distraído, o como cuando a los niños se les mete una cucharada de sopa al quedarse boquiabiertos. Así, como si nada. - “Pues… puntos suspensivos son… eso. Puntos suspensivos”. Y sin decir nada más, los vimos allí como si tuviesen ojos y nariz y boca, como si pudiesen hablar y reír y salir corriendo detrás de un autobús que perdieron. Aquella actriz se convirtió toda ella en esas tres insignificantes y silenciosamente locuaces motitas. Magistral lección de interpretación. Repetí en todas las comidas de la semana la anécdota. Saboreaba cada interpretación que hacía de la actriz. Me di cuenta de que quería hacer teatro. Quizás no una obra entera, quizás sólo quince minutos. Quizás sólo para disfrutarlo con mis amigos y paladear cada palabra y cada frase como ella hizo con aquellos puntos suspensivos. Ésa es la televisión que a mí me gusta. La que saca algo bueno de ti. La que te prolonga y te descubre horizontes nuevos. La que habla del hombre y te proyecta. La invitada que siempre es bienvenida en casa porque siempre sabe estar; porque siempre te deja el buen sabor de boca de una buena conversación que te hizo sentir más humano. Rojo sobre gris a esa televisión que se comporta como una invitada digna. No es mal criterio para saber cuándo darle al off.

Fotografía de Amalia Casado

Amalia Casado

Licenciada en CC. Políticas y Periodismo

Máster en Filosofía y Humanidades

Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo