ANÁLISIS DE LA SEMANA
Perder la batalla del lenguaje
Por Amalia Casado3 min
España21-11-2004
Hoy me he escalado, me he salpicado un sirimiri de cruza el semáforo porque esquinaba entre ronquidos de la ausencia de tu sartén, que estaba de espaldas, y le he puesto un lazo a su dedo barajando mis escalones. Pero lo que quiero decir con esto es que cuando me he levantado, me he puesto un café mientras mi hermana ha ventilado la casa y ha conectado Internet pare revisar el correo, cuando nos hemos dado cuenta de que era domingo, y no lunes. Este desentendimiento es el que se produce cuando José Luis Rodríguez Zapatero renuncia a llamar a las cosas por su nombre, y a que las cosas tengan una referencia propia en el lenguaje. Para Zapatero, sería fundamentalismo que a un objeto con el que habitualmente no se sale a la calle pero sirve apara abrigar y proteger mi pie mientras estoy en casa se le llame zapatilla, y a que una persona que se dedica a arreglar los zapatos cuando están rotos se le llame zapatero, independientemente de que a uno le guste más o menos la palabra o el digno trabajo de remendón. Zapatero se empeña en que llamar a cada cosa por su nombre es fundamentalismo. No sabemos si le cuesta reconocer o no tiene cabeza para entender que, además, independientemente del nombre con que se designa cada cosa, eso que quiero decir cuando digo “rana” no es lo mismo que lo que quiero decir cuando digo “pierna”. Y lo que queremos preguntarle a Zapatero es, precisamente, que si eso que digo cuando digo “Nación española” es lo mismo que lo que quieren decir los catalanes o vascos cuando dicen “nación” catalana o “nación” vasca. Y si España es, como quieren los nacionalistas “la unidad del Estado” o, como dice la Constitución, España es “la unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles” en la que las “nacionalidades y regiones” se comprenden como “integrando” dicha Nación española –que es como las entiende el propio Tribunal Constitucional (S. 100/ 1984, de 8-11)- Sencillo, ¿verdad? Pues además de sencillo es importantísimo, porque de aquí deriva parte de la respuesta a preguntas como la de si los vascos o los catalanes o los madrileños podrían decidir en un referéndum su independencia del resto de España. Si España es una Nación indisoluble, en cuyo pueblo español reside la soberanía –y no en partes de ese pueblo español, como pretenden los independentistas-, la respuesta es no. Y no significa negación. Si el pueblo pierde la batalla de las palabras, y la batalla del lenguaje, que es lo que pretende Zapatero, estaremos condenados a sufrir la mayor de las dictaduras imaginables: la manipulación del lenguaje –aunque Zapatero quizás prefiera llamarlo “democracia del lenguaje”-. Orwell lo sabía bien y escribió su obra “1984” para advertir de los peligros. La pregunta es si Zapatero sabe de estas cosas ¿Es un gran manipulador y conoce la trascendencia de su desprecio a la realidad y a las palabras? ¿O es simplemente un idiota, un ignorante, que oye campanas y no sabe dónde? No pretendo agredir: sólo estaba preguntándome si hoy iré al trabajo en coche o en metro, dialogando conmigo misma y con buen talante.
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Amalia Casado
Licenciada en CC. Políticas y Periodismo
Máster en Filosofía y Humanidades
Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo