Noche de románticos en A Coruña

Por Miguel Venegas2 min

La Liga sobrevoló Riazor para ofrecer su mejor espectáculo. Deportivo y Valencia llegaban al partido del liderato con la historia y las aspiraciones de los grandes choques europeos. La primera Copa del Rey del Superdépor y el penalti de Djukic deambulaban por la retina de los aficionados, y el presente título de Liga poseía las mentes de unos jugadores que ya aspiran a lo máximo. El encuentro no podía salir por la puerta de atrás. El fútbol se dejó ver la cara desde los primeros instantes: Javier Irureta abandonaba su disfraz de amarrete y confiaba la victoria a un ataque decidido. Romero y Fran abrían la banda izquierda, mientras que Dusher y Sergio controlaban un centro del campo en el que el Valencia tenía prohibido el acceso. Así, el tanto local no tardaría en llegar. Al cuarto de hora, Valerón aprovechaba una posible falta a Cañizares -no pitada- para adelantar a los coruñeses, mientras su rival protestaba. Los de Rafa Benítez trataban de reaccionar, pero el Deportivo seguía desmelenado en busca del segundo gol. El conjunto ché comenzaba a desatascarse, en tanto que Aimar salía al fin de su lámpara mágica para ofrecer destellos de calidad, y el embudo valenciano comenzaba a transitar con la pelota en los pies. Pero el empate iba a llegar en el momento menos esperado. Albelda se disfrazaba de extremo izquierdo para servir a Mista un balón que el delantero transformaba en el gol de la igualada. El Deportivo merecía mayor premio, e Irureta, más romántico que nunca, daba paso a la magia de Diego Tristán. Y de nuevo acertó: el sevillano acabaría desmadrando un partido hecho para medir las pulsaciones de la grada de Riazor. Primero burlando a David Navarro, y luego acariciando el balón en una falta directa que acababa en la portería de Cañizares. El equipo gallego se llevaba todos los premios de la noche: los tres puntos, el liderato y el del orgullo romántico por el buen fútbol, que encumbra a los coruñeses como el equipo español más sólido del momento. La noche lució en A Coruña; a partir de ahora, el rodar del balón -con permiso de las meigas- dictará el sino de los inquilinos de Riazor.