Los tres últimos tristes puntos

Por Andreu Romero2 min

Ninguno de los dos equipos se jugaba nada, tan sólo la vergüenza. Los andaluces ya no tenían opciones de jugar una competición en la que sí estará condenado el año que viene el Valencia: la UEFA. De ahí que ambos entrenadores diesen una oportunidad a jugadores poco habituales, incluso a jugadores del filial. Palop fue uno de ellos y destacó sobre todos los demás jugadores del campo. Lo paró todo y ayudó a los suyos a ganar los tres puntos más tristes del campeonato. Si la falta de trascendencia del marcador provoca apatía en los equipos, también es cierto que permite que el juego esté menos trabado, sea más directo y que las posibilidades de ver goles se acrecienten. Tal fue el guión en el Sánchez Pizjuán: ambos equipos se lanzaron al ataque sin tapujos ni reservas. No se cayó en el manoseo innecesario del esférico ni en la especulación; no había motivos para ello. De ahí que si bien el partido no tuvo brillo, sí tuvo al menos ocasiones de gol. El Valencia se encerró en su campo y se limitó a lanzar contragolpes mortales con cada uno de sus robos de balón. Por esta vía llegaron los dos goles de Sánchez y el de Aimar, que fulminaron a los de Joaquín Caparrós en media hora escasa. Alguno más pudo caer, pero la puntería valenciana no ha sido esta temporada para echar cohetes. No obstante, cierto es también que Reyes y compañía se empeñaron en encumbrar a Palop y alardear de pólvora mojada. El portero valenciano tuvo su tarde y se lució desbaratando todos los ataques rivales. Con las manos, con los pies, con los puños e incluso con la ayuda de los palos consiguió mantener su portería imbatida. Poco más se puede comentar de un encuentro insulso: los valencianos se limitaron a vivir de la inspiración de su guardameta y de la renta de sus contragolpes. Los sevillanos se obsesionaron en embotellar al Valencia y disparar desde cualquier lado para finalmente desistir y despedir una temporada en la que ninguno de los dos conjuntos ha visto cumplido sus objetivos.