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Si me preguntan que por qué me gustan los toros, señores, no tengo respuesta. Hay cosas que son porque sí o porque no, aunque luego venga la ciencia y las explique. Pero hasta que expliquen esa inclinación torera que algunos españoles (y no españoles) tenemos, esperemos sentados, a ser posible en algún tendido. Algunos ya sabíamos que nos gustaban los toros y ahora resulta que nos gustan más de los que habíamos pensado. Con la feria de San Isidro a la vuelta de la esquina, los canales de pago han hecho estudios de audiencias. Y si los entrevistados no fueron mentirosos, los toros han resultado vencedores. Hasta tres millones de personas están de acuerdo con un canal taurino de pago. Y de esos, un cuarto de millón están dispuestos a pagar por ver los ciclos taurinos más importantes. A los españoles nos gustan los toros y ahora, cuando lo preguntan, lo decimos. Pero ya nos gustaban desde antes. Desde aquellos tiempos del refrán, a saber cuándo. La temporada pasada, según SOFRES, cerca de 16 millones de telespectadores vieron al menos treinta minutos de un festejo taurino por televisión (no codificado). Y lo mejor de todo es que casi medio millón de personas presenciaron en treinta ocasiones una corrida a través de la pequeña pantalla. En España, pan y toros (ahora más fútbol que toros), y si no, las televisiones tendrán que coger al toro por los cuernos y dar opio al pueblo. A menos, que el pueblo se haya saltado los cuestionarios a la torera y metieran un farol. O una larga cambiada. Como ven, todo en términos muy taurinos. Bien lo dice el refrán: de poeta, torero y loco, todo español tiene un poco. Por algo será. Y Sevilla. La Real Maestranza de Caballería escucha ya el jolgorio de las casetas a una semana del inicio de la Feria. Oro viejo y cal en la fachada de otro domingo de Resurrección. Oro viejo como los bordados de las túnicas de los nazarenos. Oro en los alamares de Enrique Ponce (con molestias tras su percance en Texcoco) que recibe la única ovación de la tarde. Oro también en la terna de Rivera Ordóñez en un fondo azul profundo (su traje) como profunda también ha sido su voluntad ante sus oponentes. Dorados son los sueños del siempre presente en Sevilla: Curro. Mas no fue su tarde, sino la de los descabellos y la dramática falta de fuerza de las reses de Torrealta. Mal preludio para la Feria de Abril. |