Bien es sabido que de poeta, torero y loco todo español tiene un poco; que este Curro, revistero venido a menos en estas páginas sin papel de LaSemana.es, hace lo que puede con las letras; que este Curro antaño anduvo de saltatapias y buscavidas por las capeas y pueblos de Dios soñando con la gloria del toreo; y que no hacen falta diagnósticos de matasanos para decretar que la olla se fue a hacer campaña y puñetas hace tiempos, cuando el que escribe era más humano que fantasma.
Así que no es de extrañar que si un candidato a mataor no liquidó más que moscas zaínas como las de Los clarines del miedo porque en el pecho había más serrín que atributos para atoreá se arrime to lo que pueda a los que lucen chispeante con éxito. O sea, que taurinee, propiamente dicho.
Dicen que taurinear está tan mal visto como poco definido. Pues depende del cartel parece que el taurineo vale quilates o lo mismito que lo que va en el saco de los que cazan gamusinos. Así que me sirvo un chato para ver si me entiendo: ¿no hay que ser de otra pasta para hacer el paseíllo? ¿no es el torero un semidiós? ¿por qué no se puede admirar a un valiente artista, tratar de estar con él, empaparse de su sabiduría también fuera de los ruedos? ¿por qué con unos sí y con otros no?
El caldo se debió subir hasta la buhardilla del intelecto a este españolito recortado en poesía y torería y largo en pájaros en la cabeza que cuando puede y quiere taurinea. Como todos. Pues eso, que este Curro -por la gloria de mi mare- seguirá con lo de taurinear.
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