La baca del seiscientos

04-06-2013
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Contaba hace unos días un maestro con planta de poeta del siglo de oro que el toreo está perdiendo la liturgia. Que tanta globalización no es buena para la Fiesta brava y que “la banalización hiere de muerte al espectáculo”.

Este Curro ya lo pensaba desde tiempos atrás, pero nunca atiné a encontrar las palabras bonitas para contárselo a los paisanos. Pero el maestro Luis Francisco Esplá, que tiene un piquito de oro, lo largó sin despeinarse en una de esas reuniones de románticos en peligro de extinción que aún confían en la cultura y el conocimiento como motor del mundo venidero.

Los congregados para escuchar las divinas palabras del veterano lidiador enarbolaban la bandera de la memoria del Doctor Marañón, con la premisa de que la corrida de toros es la manera española de resolver los problemas sin la presencia de Dios. Y problemas –solo con mirar lo que asoma por la cajatonta- hay unos pocos.

La razón científica del asunto es que el torero, como pocos profesionales, está obligado a la ética de la verdad. Y esa verdad embiste de frente y por derecho. Es decir, trasciende el contenido, el fondo de la realidad y adquiere formas y liturgias como la de doblar un capote, soltar un piropo a una moza, vestirse de toreo, peinarse el flequillo o cargar la baca del seiscientos para hacer temporá por los pueblos.

Así que los marañones (los llamo así porque se citan en el Club Marañón), escucharon las verdades de Esplá, que habló de esas cosas que hoy se esconden bajo la alfombra: los miedos, el dolor y la muerte.

Si,”En el principio fue el miedo”, como se titulaba la conferencia, ¿qué habrá que dejar para el final? Este saltatapias venido a menos, por si las moscas, ya anda buscando un sobrero. No vaya a ser que venga la señorita de la guadaña y haya que poner la muleta planchá para evitar una cornada en la femoral.

Y lo escribe un revistero con el corazón sembraíto de canguelo. Ya se sabe –dicen- que el que mejor entiende la psicología del miedo es el cobarde. Y, por lo visto, este Curro Azabache, en esos terrenos pisa como una auténtica figura del toreo.

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