Fragmentos australianos

08-01-2013
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Me creo que estoy muy lejos, aquí en Australia, pero el mundo sigue girando y yo no me termino de caer. Pop. Les descuelgo algunos retazos inconexos entre ráfagas de wifi y aviones para no quedarme lost in translation:

Diez horas por delante y 18.000 kilómetros podrían ser un montón. O no. Una distancia abismal cuando descubro un pueblo al que tenía empaquetado entre la enciclopedia británica y wikipedia. Un suspiro cuando veo a la reina Isabel II en todas las monedas de estos lares. Tiempo y espacio llegan a ser insignificantes cuando el corazón está habitado y uno se vuelve caracol. Con casita a cuestas en cualquier puerta de embarque.

Una de las cosas que me suceden cuando viajo es que compruebo mi ignorancia sobre el pueblo que visito; su historia, su geografía. Eso me emociona especialmente y convierte el aprendizaje en una experiencia mucho más que folklórica. Fragmentos boca abajo de los que echan raíces.

Australia tiene una población de unos veinte millones de habitantes, el equivalente al aumento anual de la población china. Para pensar.

Miro unos cuantos kilómetros de playa y océano. Un paseo ruidoso de agua y salvaje de arena. No puedo describir el sonido atronador de los pájaros al atardecer. Aves nuevas todas para mí y un olor a eucalipto que es real y embriagador. Todo es grande y fuerte y excesivo en Australia. O será la sangre que se me agolpa en la cabeza y me afila los sentidos.

Aquí es obligado votar a partir de los 18 años. Un derecho por el que todo ciudadano se ve obligado a responder. Derechos menos del revés. Para pensar.

La primera ministra Julia Gillard es laborista y tiene unas sonadas discusiones en el parlamento con su contrincante liberal; Tony Abbot. El monje loco le llaman porque fue a un cole de curas. Y le dicen misógino. Esas lecturas- ultimátum me hacen pensar que ganará los próximos comicios del 2013. Para especular.

Aquí, sigo a trozos, un primer ministro en el año 1967 iba por una playa y se lo tragó una ola. Todo muy de repente y a lo bestia. Se llamaba Harold Holt y su cuerpo nunca fue encontrado. Parece ser que se ahogó en la playa de Cheviot. ¿No les sorprende mucho no haber sabido nunca de esta historia? Si no estuviera tan acostumbrada a ignorar cosas pensaría que el tal Harold se montó una escapada en toda regla y vivió unos cuantos años por Tasmania o Nueva Zelanda y, vale que no, pobre primer ministro difunto.

Y de Canberra, la capital, podrán leer en cualquier sitio que se construyó de cero. Que la diseñó un arquitecto americano llamado Griffin y que tiene muchos jardines y el parlamento y tal. Pero si uno quiere cruzar una calle ha de saber que la mediana tiene unos árboles centenarios y el ancho de un campo de fútbol. Las distancias no son peatonales. Es una ciudad para exhibir y no tanto para vivir.

Pero estas cosas ya las saben. Lo que realmente he aprendido muy nuevo es del talante y carácter de los australianos. Amigables, sencillos, singularmente alegres, descuidados de las minucias, centrados en lo importante, desgarbados, habladores, grandes, grandotes. En lugar de decir “de nada” (welcome) ellos siempre responden “no hay preocupación” (no worries). Viven en un nuevo tiempo verbal que es presente entusiasmado. Sonríen y contestan “no worries”, “no worries”. Tienen un especial y delicado sentido de la vida en comunidad y son cero afectados. Para imitar.

Los australianos empiezan cada día con buen pie, diez horas antes que nosotros y eso en presente entusiasmado se tiene que estar notando en el resto del globo. Lo de tener mucho trabajo en su país y que las cosas vayan bien igual ayuda. No worries, no worries…

Embarco, ya seguiremos. Saludos a trozos viajeros.

Irene Vázquez

Licenciada en CC. Económicas y Empresariales

Máster en Filosofía y Humanidades

Publicista de oficio

Profesora de la UFV y filósofa amateur

Por una cultura de la creatividad

Twitter: @IreneVazquezRom


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