Una única vez

26-06-2012
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Cada vez que me pongo a escribir temo hacer más ruido en el ruido. Y aún descansando en la indulgencia del lector me cuestiono en serio si tantos amateurs obstaculizamos a aquellos que pueden ordenarnos las ideas. La vida pública que nos iguala, asfixia a veces el papel que una aristocracia del pensamiento y la cultura pueden ejercer sobre el curso de nuestra historia en crisis. Todos opinamos y no parece fácil una vuelta atrás en esta cacofonía mediática.

¿Callan los pensadores de nuestro tiempo o es que no les ofrecemos el espacio de participación adecuado?

La reflexión sobre las posibilidades y límites de la comunidad en los Escritos Políticos (Ed. Palabra) del teólogo italiano Romano Guardini aligera el pudor que la exigencia de vida pública produce. La crisis primera de la que habla Guardini es ese momento en que el individuo que participa en la comunidad se cuestiona su papel personal. Un debate entre la nobleza de soportar la soledad del alma y la profunda simpatía que nos producen los otros. Una vida única e irrepetible, la de cada uno, y que habrá de ser donada a la comunidad en la misteriosa medida que cada ciudadano elija.

El filósofo y teólogo barcelonés Francesc Torralba, en unas recientes declaraciones a Efe, habla de la “invisibilidad de los intelectuales en aquellos ámbitos de toma de decisiones”. Me pregunto si la trémula victoria individual conquistada por muchas de estas fieras del pensamiento les ha conducido a claudicar de su voluntad de servicio comunitario. Ellos no delegan en otros su conciencia, como hacemos muchos indigentes buscando y buscando. O tal vez es el propio sistema, como dice el poeta y catedrático granadino García Montero, que no da cabida a los antisistema.

El siguiente paso del que habla Guardini es sencillamente heroico: la comunidad del comprender reconociendo un nuevo centro en el otro. “La confianza es una osadía”, dice, ya que nunca vamos a ver hasta el fondo toda la realidad y hemos de rendirnos a la confianza en el otro. Parece el camino civilizatorio por excelencia, el que nos permita el verdadero diálogo.

Mientras, José Luis Sampedro decide “estar con la gente” cerrándose al diálogo con “quienes les estafan”, refiriéndose a banqueros y políticos. Otros, como el escritor José Jiménez Lozano, no asumen ningún papel protagonista como “intelectuales” y denuncian la manipulación del lenguaje en un sistema que no invita a una auténtica comunicación.

Señala Guardini que “comprender significa no solo captar un objeto que está ahí, sino invertir el punto de referencia acostumbrado y captar al otro partiendo de que el mundo entero, la existencia entera están centrados en él”. La audacia del verdadero diálogo en la vida (pública o privada).

¿Podemos romper el muro que nos pone a cada uno en el centro? ¿Cómo ejercer nuestra singular vida pública reconociendo siempre la realidad más allá de nuestro ombligo? ¿Sabremos dejar sitio a los que pueden liderar el pensamiento hoy? ¿Aceptarán ellos esa participación que pasa por comprender (confiar) y simpatizar más con esta sociedad nuestra?

A pesar del temblor en cada letra, en cada vida, todos tenemos una única vez para jugárnosla. Y como a pesar de la pantomima de la igualdad, NO somos iguales, yo erre que erre con que cada uno delimite y acepte su espacio público de aparición. Que no quiero hacer más ruido, sólo pretendo vivir mi única vez contigo, como no podía ser de otra manera.

Vida pública. Participen y confíen.

Irene Vázquez

Licenciada en CC. Económicas y Empresariales

Máster en Filosofía y Humanidades

Publicista de oficio

Profesora de la UFV y filósofa amateur

Por una cultura de la creatividad

Twitter: @IreneVazquezRom


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