Michel y Marie Claire son el matrimonio mejor avenido que pueda imaginarse. No hay nada que perturbe su paz. Cierto que él está en paro cuando en realidad no tendrían por qué haberle echado, al gozar de un puesto laboral preferente, y, aunque su situación económica sea bastante precaria, sus hijos y nietos los acompañan y fortalecen. La pareja lleva treinta años unida y se ama como el primer día, son simplemente felices.
Para mejorar la situación, sus allegados deciden sorprenderles regalándoles un viaje para dos a las tierras del Kilimanjaro, todo un paraíso. Pero, desgraciadamente, nadie dijo que la dicha fuese eterna y son sorprendidos por dos atracadores que les retienen, roban sus alianzas y tarjetas de crédito con la financiación del viaje, lo que equivale a echar por tierra las vacaciones íntimas soñadas. Comienzan las investigaciones para encontrar a los culpables y pronto se descubre que es un padre de familia obrero, sin demasiados recursos para subsistir y se plantea un dilema moral, ¿el fin justifica los medios?
El director francés Robert Guédiguian, inspirándose en el poema de Víctor Hugo La gente pobre filma esta película existencialista, en la que plantea algo que está a la orden del día. Un necesitado es robado por otro necesitado. Los dos tienen que comer, pero a uno su moral le impide realizar tal ilegalidad y el otro, por el contrario, se guía con el instinto de supervivencia o con algún sentido que escapa al alcance de la mayoría.
¿Tiene la culpa el ladrón por intentar salvar su pellejo? Lo que dice el pensador italiano Nicolás Maquiavelo en su tratado político El Príncipe es que “no importa lo que hagas si sirve para alcanzar tu objetivo”. Este largometraje no se centra en castigar a los malhechores, sino en relativizar sus actos y empatizar con ellos para atisbar la motivación de su mala conducta. Es dar la vuelta a la tortilla, mirar la historia desde el punto de vista que nadie se molesta en estudiar.
Guédiguian pretende transmitir la idea de que no sirve de nada hacer la vida imposible a alguien para subsanar la tuya. El refrán “ojo por ojo, diente por diente”, queda desmentido. Un guión genial, unas interpretaciones totalmente convincentes y un mensaje sobrecogedor son las razones que incitan a ver esta producción francesa, que apela, como muchas otras de igual nacionalidad, al encanto de lo cotidiano y lo cercano para llegar al espectador. Como dice la protagonista de la cinta: “no me importa si condenan a ese hombre o no, solo quiero comprenderle”, una mentalidad extinguida que, si estuviese vigente, podría cambiar el mundo.