MI HIJO Y YO (Philippe Guillard, XXII)

Te quiero mucho, hijo

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Mi hijo y yo

Director: Philippe Guillard

Actores: Olivier Marchal, Gerard Lanvin, Vincent Moscato

Género: Drama

Duración: 95 minutos

País: Francia

Año: XXII

Esta historia ya se ha visto antes. Aparece un padre intolerante, jugador profesional de rugby que quiere que su hijo siga la estela familiar, le exige que sea alguien que él no quiere ser, que disfrute con algo que, aparentemente no le gusta. Hasta aquí, todo bastante corriente, progenitor rígido, vástago rebelde, la canción de siempre. El nudo de la trama empieza cuando al chico comienza a interesarle el deporte porque recibe la motivación necesaria para rendir, los reproches se convierten en ánimos, pero no se ve alentado por su padre, sino por un atleta que parece ser el héroe del chaval. Esto abre los ojos al exigente patriarca quien, a raíz de una especie de celos paternales, se afana en recuperar la relación familiar, con éxito.

Por lo dicho anteriormente, parecería que el filme es demasiado típico y que roza la mediocridad, sin embargo, no es así. Cierto que toca un tema bastante manido en el cine, que resulta predecible y que usa la misma fórmula que otros, pero los largometrajes franceses se están poniendo de moda, por algo será. Esta película, igual que otras de la misma nacionalidad como Los chicos del coro o Bienvenidos al norte, consigue llamar la atención. Esta vez, con Mi hijo y yo el director, Philippe Guillard, ha conseguido transmitir ese algo especial, ese halo de familiaridad que logra que el espectador coja cariño a los personajes en solo dos horas de metraje, pudiendo arrancar la lagrimilla a los más sensibles.

Si esta película, pareciendo tan simple, llega tanto, como pasó con Intocable que tiene un éxito de taquilla considerable sin salirse de lo normal, es por los actores y es que Olivier Marchal y Gerard Lanvin dan la talla, son creíbles y milagrosamente cercanos. No es una producción con una gran fotografía ni efectos especiales de ningún tipo, pero tiene un guión humano y eso, a veces, es más que suficiente.

Aunque suene cursi, esta es la película perfecta para ver con un padre, si la relación está enfriada, mejor aún, puede lograr la reconciliación, especialmente emotivo el momento en que el chaval le dice al “jefe” que “nunca responderé a tus expectativas” y él contesta, “te quiero mucho, hijo”. Merece la pena verla porque es típica hasta más no poder, si, pero entretiene y recuerda valores familiares básicos, que nunca viene mal. Porque muchas veces los padres quieren que sus niños sean lo que ellos no pudieron, sin advertir que, tal vez siendo ellos mismos, ya son únicos.

En esta historia Jo Cannavaro se redescubrió a sí mismo mirándose en los ojos de su descendiente y llegó a entenderlo viendo que tuvo miedo como él, pero también se superó igual que él.

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