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La Semana que vivimos - Semana del 27 de abril al 3 de mayo de 1998 
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En la segunda novillada del ciclo, llovía de manera intermitente, el viento racheaba y los de El Ventorrillo flojearon. La terna estaba compuesta por Hugo del Patrocinio (silencio en ambos), Juan Diego (aplausos y silencio) y Alberto Ramírez (saludos y vuelta al ruedo). Ramírez se presentaba en Madrid y aunque no logró el acople, dejó algunos indicios de su gusto con el capote y con la muleta. Aunque sólo indicios, fue lo mejor de la tarde. Para el día 2, festivo en la Comunidad, se anunciaba un cartel de postín. Rincón, Ponce y José Tomás hicieron el paseíllo con aires goyescos. Pero el aire, mejor dicho, el viento, que no era goyesco, obligó que el desarrollo de las faenas se trasladara a terrenos cercanos a la enfermería. Y allí, por suerte no, casi acaban los espadas. Los toros (uno de Astolfi, tres de Alcurrucén y dos de Aguirre Fernández Cobaleda) resultaron peligrosos, aunque alguno con calidad. Entre todo esto, José Tomás recogió la oreja que el presidente le concedió tras una petición mayoritaria del público. Respetable. El de Galapagar dibujó pases de largo recorrido y hondura, se gustó con el capote y mató a la primera en la faena en que cortó el apéndice. Ponce toreó de capote con la suavidad del raso verde botella que lucía su traje goyesco. También estuvo artista en algunos momentos con la muleta. Lo mejor, un circular interminable con el cuerpo desmayado y l a mano baja hasta el infinito. Pero Ponce pinchó y eso no se perdona. El colombiano, César Rincón, tuvo dificultades para acoplarse con su lote y con el público. Lo que propició que acompañara a sus colegas por la puerta de cuadrillas. Porque ya se sabe: corrida de expectación, corrida de decepción. La decepción fue también la tónica general de la novillada del domingo. No llovió, aunque no por ganas y el viento estuvo presente aunque no en todo su esplendor. No hubo orejas a pesar del "no hay billetes" que colgaron Chamón Ortega, López Chaves y Miguel Abellán. Ocho novillos salieron de toriles - fueron devueltos dos -, alguno de ellos entró y salió en dos ocasiones. Los dos que abrieron plaza (1º de Alejandro Vázquez y 2º de José Luis Pereda) se dejaron en cierto modo. El quinto del festejo hizo honor al dicho sobre su turno y se desplazó largo. Lástima que el de Alejandro Vázquez no encontró a López Chaves en su sitio. El animal fue aplaudido en el arrastre (como los victorinos en Sevilla, que no dieron vuelta al ruedo). Y parte del público abandonó sus asientos antes de que Abellán finalizara la faena del sexto. ¿Volverán en San Isidro? Seguro. Allá, por los principios de la semana llegaron los carteles de figuras, y se desfiguraron hasta casi desaparecer. Menos mal que Ponce y Rivera dejaron constancia de que, al menos, lo son aunque sólo sea de vez en cuando. Pero ocurrió. Quien tuvo retuvo. Unos más y otros menos, pero al fin y al cabo, levantaron los ánimos. Un buen toro y un buen torero hicieron que el tercio de muleta fuera de excepción. Ortega Cano no se despidió de Sevilla con un pañuelo, ahora que nos atrevemos a decir que no nos deje por estos ruedos de Dios. La despedida del de Cartagena fue a base de seguridad y aplomo, de remates, de torería. Y cortó las dos orejas al ejemplar de Jandilla. Lo de Curro es punto y aparte y por eso empiezo otro párrafo. El día 30 no era una tarde fácil. Con Ponce y Rivera en la pugna por el estrellato, el maestro de Camas luchó por libre. Poco y bueno, porque lo breve si bueno dos veces bueno. Así, que un poco de capote y otro poco con la muleta. Lo de don Francisco es un enigma. Don Francisco desplegó su capote pequeño y en pequeño toreó grande. Después, don Francisco preparó la diminuta muleta y dijo "ahora, fijarse" y la Maestranza olió de nuevo ese aroma torero de Curro. Don Francisco es así, y por eso da clases de torería de vez en cuando. Porque de lo que fue queda, y con ello se hace futuro. Y los que vengan detrás que aprendan. Y que lo pongan en práctica. |
