¿Qué hacemos con Libia?

08-03-2011
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Los dictadores son algo similar a esa mujer -u hombre- que no acabamos de quitarnos de la cabeza. Cuando nos bailan el agua, les adoramos; cuando se desmadran, los odiamos.
Gadafi es el mejor ejemplo de esta filosofía tan común en las democracias occidentales en lo que concierne a regímenes totalitarios. Le consentimos sus excentricidades -su jaima, su guardia personal de vírgenes, su botox, su look de tonadillera desfasada- hasta que el monstruo se nos fue de las manos.

Y ahora ¿Qué hacemos?
Ha sido el propio dictador el que ha convertido la rebelión Libia en una guerra civil. Esa estrechez de miras rayana a la locura es la que le lleva a negar la realidad que le rodea, a denunciar conspiraciones periodísticas, a atizar el miedo del radicalismo islámico, a mantenerse en el poder aún a costa de bombardear a su propio pueblo.

Y ahora ¿Qué hacemos?
Las democracias occidentales, como siempre, se lo toman con calma. Una rebelión no es una cosa fácil -políticamente correcta, digamos- de apoyar y menos si al que se le rebelan tiene el oro negro en sus manos. Si no, recuerden qué mal sentó que el Gobierno de Aznar se apresurará en apoyar un golpe de Estado en Venezuela que luego fue aplastado. José María nos lo enseñó: antes de tirarse a la piscina, hay que estudiar la situación.
Pero claro, mientras observamos, la rebelión libia choca contra los mercenarios de Gadafi. Se corre el peligro de que el dictador vuelva a su trono, aislado y vilipendiado públicamente en medio mundo, y de rienda suelta a su locura, la cual acabaría por afectar al estimado petróleo. Supone uno que Europa no quiere conducir a 110 durante muchos años.

Así que ¿Qué hacemos?
Descartemos una invasión a la vieja usanza, ya sabemos la mala prensa que eso otorga. Las revoluciones son de quienes las montan y de nadie más. Invadir Libia supondría arrebatarles a los libios su derecho a tomar la Bastilla.
Sin embargo, cada vez más, se hace necesaria una intervención militar. Porque eso es lo que se esconde tras la expresión 'zona de exclusión aérea' que nuestros líderes se esmeran por repetir: cazas batiendo las baterías antiaéreas y dejando limpio el cielo de los aviones de las fuerzas de Gadafi.
¿Qué hacer?
Un golpe selectivo y certero es lo que espera la rebelión libia de la comunidad internacional, pero esta, como siempre, sigue dividida y esperando a verlas venir.

Miguel Martorell

Colaborador de LaSemana.es desde 2003

Jefe de Sección en Europa Press

Autor del poemario Autócratas y de Memorias de un cualquiera

Twitter: @M_Martorell


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