Para aquellos que no estén familiarizados con la ciencia ficción, género del cual yo intento predicar sus benevolencias y virtudes a menudo en estas críticas, el “triplete” de los galardones de ciencia ficción lo componen tres premios: el Premio Hugo, el Premio Nébula y el Premio Phillip K. Dick.
Ganar uno ya es síntoma de haber escrito algo muy, muy bueno. Ganar los tres con una sola novela es hacer historia. Vamos a dejarnos de historias. A William Gibson no tenían que haberle dado ninguno de los tres premios, le tenían que haber dado el Nobel por haber escrito Neuromante. Si la gente estuviera más dispuesta a abrirse a género minoritarios y la Academia Sueca no se lo dieran todos los años a algún pestiño de amor lloroso japonés o iberoamericano, a algún viaje espiritual interno, o a alguna moñada de literatura de viajes, Gibson tendría la famosa medalla en una vitrina en su casa.
La novela no merece menos. Publicada en el 1984, momento en el que el mundo estaba alucinando con películas que mostraban un futuro viaje interplanetario y sables de luz (loable excepción la de Blade Runner), Gibson escribió la que se considera la primera novela ciberpunk, inaugurando una corriente que pegaría una patada a toda la tradición de la ciencia ficción moderna y convirtiéndola en movimiento contracultural y de protesta.
En Neuromante se muestra una sociedad con un alto nivel tecnológico y un bajo nivel de vida basado en la supervivencia callejera del más fuerte. La sociedad está controlada por megacorporaciones que manejan a los gobiernos títere como quieren y el individuo no vale nada.
Neuromante y toda la tradición que nació a raíz de ella llevó a plantearse si el futuro que espera a la humanidad son viajes interplanetarios, batallas de naves, utopías varias y señores vestidos de negro con orinales en la cabeza y casos graves de asma; o algo mucho peor y menos alentador. Desde mi punto de vista, la visión de Gibson se acerca mucho más a la realidad, algo bastante peligroso.
Normalmente ahora escribiría que es imprescindible y que debería leerlo todo el mundo. Pero para no repetirme de crítica a crítica, diré simplemente que este es uno de esos pocos libros que tienen la capacidad de cambiar las vidas de los que lo leen. Así de simple. Depende del lector si para bien o para mal, pero la lectura de Neuromante no deja indiferente a nadie.
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