HITCHCOCK (Sacha Gervasi, XXII)

La rubia de Hitchcock

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Hitchcock

Director: Sacha Gervasi

Actores: Anthony Hopkins, Helen Mirren, Scarlett Johansson, James D

Género: Biográfica

Duración: 98 minutos

País: EEUU

Año: XXII

Más allá del suspense, de la perfección del thriller, del cameo, del cine en todas sus vertientes, había algo que Hitchcock adoraba y que nunca pudo saborear: la compañía de una rubia. Por simple que suene, al bueno de Alfred le gustaba más una rubia que a un niño un caramelo. Pero por desgracia para él ninguna de las musas de oro que desfilaron por su plató acabaron acompañándole detrás de las cámaras: Madeleine Carroll (39 escalones) Joan Fontaine (Rebeca), Ingrid Bergman (Recuerda), Grace Kelly (Crimen perfecto), Kim Novak (Vértigo)... Hitchcock llegó a obsesionarse con muchas de ellas hasta el punto de hacerles la vida imposible en el rodaje, y por supuesto de cogerle recelo de por vida a otros que tuvieron más suerte que él. Y de fondo contaba con la translúcida pero fiel figura de su mujer Alma Reville, que tuvo que soportar sus obsesiones mientras le ayudaba a escribir obra maestra tras otra.

Fue en 1960 cuando llegó la rubia definitiva. Janet Leigh fue la gota que colmó el vaso de los nervios del director, que en ese momento estaban a flor de piel por sacar adelante una película diferente en su colección y por la que se jugó mucho. No solo dinero sino también su reputación por lanzarse al terror, un género atrevido y que hasta entonces solo aparecía de forma muy implícita en su filmografía. Psicosis fue y es terror puro, fue y es una obra maestra indiscutible incapaz de dejar a nadie indiferente aunque pasen mil años. Por tanto si hay algún capítulo a destacar en la vida del cineasta es sin duda este rodaje y cómo consiguió sacar adelante el proyecto mientras veía peligrar el futuro de su matrimonio. Sacha Gervasi ha creado más que un aceptable perfil de uno de los mejores realizadores del cine, ya que huye del empacho que puede suponer revisar toda la biografía de este hombre en un solo film.

Anthony Hopkins acierta la interpretación, pedante y sobreactuado al principio hasta que suaviza sus maneras. No es solo estimable por los kilos de más que ha tenido que ganar el que fue Hannibal Lecter para meterse en la piel de Hitchcock sino también por su forma de hablar y moverse. Resulta tan encantador como cabezota, obseso pero detallista y atento con su entorno cuando la verborrea desiste. Detalles que su mujer (Helen Mirren) recibe a cuentagotas entre muchos, muchos berrinches. Aunque ella tampoco se traga la lengua. Está deseando jugar sus cartas por una vez en la vida, de escribir algo con su firma y de no quedar parapetada tras los flashes que acapara su marido. Este es el verdadero cine dentro del cine que Gervasi nos quiere mostrar.

Pero sin duda son los guiños hacia Psicosis lo que hace que el proyector ruede hasta el final. Las dificultades de producción, la historia del asesino, la elección del reparto, la escena de la ducha, la tenebrosa musiquilla... todo huele a melancolía y fascinación por ese modo añejo de rodar hace medio siglo. También resulta original la forma de arrancar la cinta y terminarla. Recomendable ver algún episodio de la larga serie Alfred Hitchcock presenta... para pillarle el punto por completo.

Y qué decir de Scarlett Johansson. Por muy pasajera que sea su interpretación como Janet Leigh la actriz vuelve a traspasar el umbral de la dulzura, a rozar con guantes la perfección. Hollywood necesita más morritos, que deje de hacerla perder tiempo con tanto papel secundario.

Mi locura por Psicosis ha echado en falta todavía más detalles de cómo el británico llegó a rodar determinadas escenas o escoger los escenarios. Pero entonces perdería el escaso elemento biográfico que ya de por sí tiene. Hitchcock es la deuda que el cine nunca le ha pagado al cineasta, más allá de las Oscar que nunca fueron. Es el retrato de su personalidad tragicómica, el espejo de su imaginación espontánea, la demostración en pantalla de su pasión por ese elemento tan imprescindible llamado mujer cuando dejaba de rodar.

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