TOROS
Ferrera y Marín salvaron la Feria de Otoño
Por Almudena Hernández
1 min
Espectáculos12-10-2003
Mientras Rafael Perea El Boni volvía a triunfar con su terno de plata en las artes bregadoras, los toros se caían y se caína: se derrumbaban. Alguno que otro de los diez -¡diez!- que saltaron al ruedo de Las Ventas el sábado pasado lo puso difícil. Los astados que compra la empresa de la primera plaza del mundo o se caen hasta bajar a los sótanos o dan coces.
El público aguantó el chaparrón, el chaparrón en todos los sentidos, frente a ese encierro que parecía una vaquería entera. Además de los toros titulares de Puerto de San Lorenzo, hubo sobreros de Palomo Linares, los Derramaderos y Alcurrucén. Se le desgastó el pañuelo verde al usía de tanto airearlo y a la afición se le acorcharon los dedos de tanto silbar. A la última y en el último, por obra y gracia de un joven torero espigadito llamado Serafín Marín, el buen hacer del diestro obligó al respetable a pedir una oreja que el catalán paseó con gusto. El domingo, día de El Pilar, el ganadero Victorino Martín había puesto caras las entradas, como es habitual. Fernando Robleño, anunciado en los carteles, fue baja al resultar cogido el sábado durante su actuación en la Feria de El Pilar, en Zaragoza. Ocupó su lugar en Madrid Antonio Ferrera, que rindió homenaje al terno grana y oro que vistió y derrochó valentía. Destacó, sobre todo, en la lidia del sexto toro, un revoltoso y avispado victorino de rara cuerna. En banderillas el torero anduvo sobrado de espacio y se atrevió a meterse hasta la misma cocina de los terrenos del toro. Aguantó la situación y lo logró con éxito. Luego, con la muleta, porfió con el animal, al que mató de una estocada en la que se entregó hasta el punto de ser volteado. Su labor fue premiada con una oreja.