PREMIOS GOYA
Los Premios Goya quedan repartidos entre varios filmes
Por Eduardo Iglesias4 min
Espectáculos01-02-2003
La tónica general de los Premios Goya ha sido el reparto. La noche dejó un nutrido grupo de títulos con dos o tres candidaturas. El embrujo de Shangai, La caja 507, Rencor y El caballero Don Quijote tuvieron sus galardones a pesar de no contar entre las grandes favoritas y se erigieron como pequeñas triunfadoras.
Las candidaturas de intérpretes quedaron copadas por Los lunes al sol. Además de Bardem, Luis Tosar y José Ángel Ejido subieron al escenario para recoger los galardones a mejor actor de reparto y mejor actor revelación. En el terreno feminino, todo estuvo más repartido. Una veterana mundial, Geraldine Chaplin, fue elevada por los académios hasta el premio a mejor actriz de reparto por su papel de En la ciudad sin límites, de Antonio Hernández. Una pequeña sorpresa fue el premio para Lolita, que recibió llena de emoción su Goya como mejor actriz revelación del cine español. Su papel en Rencor era el de una mujer fuerte y llena de carácter, un excelente trabajo que sin embargo deja sin premio el estupendo registro de Nieve de Medina en Los lunes al sol. En las categorías técnicas destacó como pequeña vencedora una de las perdedoras en todos los sentidos del año, El embrujo de Shangai. Olvidada por el público y pasada de largo por la crítica, sin embargo los académicos han reconocido su gran acabado y el mérito de sus técnicos con los Goya a mejor dirección artística, mejor vestuario y mejor maquillaje y peluquería. Otro título español de grandes ambiciones y suerte dispar, La caja 507, recogió el busto a mejor montaje y mejor dirección de producción. El caballero Don Quijote fue premiado con el Goya a mejor fotografía. El taquillazo español del año, la comedia musical El otro lado de la cama, se quedó fuera del reparto de los grandes premios y únicamente recibió Goya a mejor sonido. La misma suerte corrió la brillanteHable con ella, de Pedro Almodóvar, que tuvo su único premio en la persona de su compositor Alberto Iglesias, que recibió su sexto Goya por mejor música original. A pesar de su escaso éxito en las categorías principales frente a Los lunes al sol, Hable con ella está consiguiendo un extraordinario reconocimiento internacional, incluido un Globo de Oro y numerosas candidaturas a los Bafta británicos, los César franceses, los Aries rusos y los Donatello italianos. La mejor canción original fue el único galardón para Salomé, y también el único al que aspiraba. La película de Álex de la Iglesia 800 balas recogió el premio a los mejores efectos especiales. La mejor dirección novel, el premio a los nuevos directores debutantes, fue para el dúo de Julio Wallowits y Roger Dual, autores de Smoking room. Para recibir el Goya al mejor largometraje documental por El efecto Iguazú su director Pere Joan subió al escenario a uno de los trabajadores de Sintel, sobre los que versaba el documental. El Goya a mejor largometraje de animación lo recibió Dragon Hill, la colina del dragón. En las dos categorías a largometrajes extranjeros vencieron los dos favoritos. El pianista, de Roman Polanski, como mejor título europeo, y la uruguaya El último tren, de Diego Arsuaga, fue reconocido como mejor filme extranjero de habla hispana, premio entregado por su protagonista Federico Luppi. Los Goyas a cortometrajes se repartieron entre Nada que perder, de Rafa Russo, mejor corto de ficción; Señor trapo, de Raúl Díez Rodríguez, mejor corto de animación, y Túnel número 20, de Ramón de Fontecha, mejor cortometraje documental. El homenaje de este año, en forma de Goya de Honor, tuvo un único candidato y vencedor: Manuel Alexandre. El veterano actor forma parte de toda una generación de cineastas que crecieron con el cine de entretenimiento y que se consolidaron y han sido admirados con el cine actual. Alexandre se mostró feliz en el momento de recibir el premio y en el posterior posado para la prensa gráfica. La ceremonia estuvo presentada por Guillermo Toledo y Alberto San Juan, actores de El otro lado de la cama. Ambos dejaron a un lado su humor más gamberro y apostaron por un espectáculo de línea entre circense y de teatro del absurdo. El resultado fue un intento bastante infructuoso de conseguir una gala de los Goya acorde con la calidad del cine español. Más allá de lo cinematográfico, se dio una tónica general de reivindicaciones contra la guerra de Irak, materializada en las pegatinas con el lema "No a la guerra" que mostraban la inmensa mayoría de los asistentes.