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MÚSICA

El año comienza a ritmo de vals

Por Luis Suárez RuedaTiempo de lectura2 min
Espectáculos01-01-2003

Más de 40 canales de televisión retransmitieron el pasado miércoles día 1 el Conciero de Año Nuevo. La cita de este año ha contado con un programa en el que por primera vez se han incluido obras de Brahms y Weber. Por segundo año consecutivo, el director Nikolaus Harmoncourt se pone al frente de la Orquesta Filarmónica de Viena para comenzar el año aderezado con música clásica. Un total de siete piezas nuevas, entre las que se incluye el Danubio azul de Strauss, además de las obras que habitualmente se representan en este concierto, han conformado el programa del Concierto de Año Nuevo.

La retransmisión de este acto musical, uno de los más populares de la música clásica, ha abundado en grandes detalles. Brian Large, ganador de dos premios Emmy de televisión, ha aportado su toque personal para dotar a esta retransmisión de un carácter mucho más dinámico que simplemente el intercambio de planos entre músicos y público. El ballet del teatro Mariinski de San Petersburgo interpretó el Vals de las canciones de la coronación. La representación cuenta una breve historia autobiográfica del autor con un amor que tuvo en Rusia. El coreógrafo ruso Boris Eifman ha dado vida a esta representación a ritmo de vals. Entre las obras interpretadas en el Concierto de Año Nuevo destacan las Danzas húngaras número 6 y 7 de Brahms, que por primera vez se representan en esta fecha y son un claro reflejo del folclore húngaro. El éxito obtenido tras la representación del Concierto de Año Nuevo de 2002, cuya grabación marcó un hito en las ventas de música clásica, han llevado al director Nikolaus Harmoncourt a ponerse de nuevo al frente de este acto convertido en espectáculo mundial. La parte más popular de la representación ha sido la interpretación al final del concierto de la Marcha Radetzki en la que el público pasa a formar parte de la orquesta con sus palmas. La curiosidad de este momento reside en que el director no sólo se centra en su orquesta, sino que se gira hacia el público para indicar en qué momento y con qué intensidad tienen que batir palmas para acompañar a la música que están interpretando. Es el único concierto de música clásica en el que se permite, y por supuesto, se aprecia, la interactuación del público con la orquesta. Un espectáculo reservado exclusivamente para la primera jornada del año.