Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

Sin Concesiones

Perdón por el machismo

Fotografía
Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura6 min
Opinión06-03-2018

No puedo negarlo ni disimularlo. Soy un hombre. Salta a la vista. Así que ante este 8 de marzo tengo que pedir perdón por mi machismo, el de mis semejantes de género e incluso el de mis antepasados ancestrales. Si este Día Internacional de la Mujer no te feminizas eres sospechoso de odiar al otro sexo, de acosarlas por los rincones y por supuesto de discriminarlas en el trabajo. Así que pido perdón por ser hombre aunque eso no lo decidí yo, sino que ocurrió involuntariamente dentro del cuerpo de mi madre, precisamente una mujer. Pido perdón pese a haber sido criado por una precursora en una educación igualitaria que nació en plena postguerra y que dio a luz a tres hijos. Pido perdón si es necesario porque mi madre abandonó su empleo al dar a luz la primera vez, de lo que a veces parecía arrepentirse. Sin embargo, siempre ha estado orgullosa de habernos criado mientras nuestro padre, eterno autónomo, procuraba el sustento económico de la familia. Ese reparto tradicional de funciones hoy está denostado porque el capitalismo ha impuesto una visión tan utilitarista de la vida que hasta las feministas dan a entender que cuidar y educar a los hijos no tiene valor si no está remunerado, cuando justamente es al revés.

Pido perdón por mi machismo, el de mis semejantes de género e incluso el de mis antepasados ancestrales
Supongo que debo pedir perdón este 8-M porque de niño pensaba que mi madre era la única que me protegía y enseñaba al estar siempre en casa, lo cual debe de ser una idea profundamente machista. Pido perdón porque adoraba que mi madre me llevara al colegio y me recogiera, y que hiciera el almuerzo al mediodía en vez de dejarnos en el comedor. Pido perdón a pesar de que algunos compañeros envidiaban que ella nos cuidara tanto mientras sus madres trabajaban. Pido perdón porque entonces imaginaba que era bueno y en esta nueva era asumo que ella fue otra víctima del machismo más rancio. No tengo claro si es correcto pedir perdón por pensar durante años que mi padre aportaba poco en casa. Comprendí por completo su esfuerzo cuando hizo posible que cumpliera mi sueño universitario de ser periodista y, sobre todo, cuando estuve a punto de verle morir recién jubilado. Quizás no guste al feminismo, pero te pido perdón papá por mi ignorancia infantil.

A ojos de las mujeres que reparten carnés de igualdad soy machista por el hecho de nacer hombre
Pido perdón por mis pensamientos machistas a pesar de que tener a mi madre en casa tan preocupada por educarnos en igualdad quizás evitó que hoy sea un verdadero machista y acosador. Lástima que a ojos de esas mujeres que reparten carnés de igualdad soy machista por el mero hecho de nacer hombre, digan lo que digan mis palabras o mis hechos. También pido perdón por haber crecido en una familia matriarcal, pues mi abuela Pilar quedó viuda cuando mi padre y tías eran niños. Ella fue otra damnificada del machismo imperante en el franquismo, ya que trabajó por partida doble y no tuvo derecho a pensión. Mi padre, que irremediablemente cogió demasiado joven las riendas del negocio familiar, se mataba a trabajar para nosotros y para ella pero desde la perspectiva feminista actual sería... dejémoslo.

Ser hombre y a la vez jefe en el trabajo me convierte por partida doble en culpable
Pido perdón por haber estudiado en un colegio de monjas y niñas (doble pecado para el progresismo izquierdista) en el que los hechos imponían una igualdad total entre sexos. Los niños éramos tan escasos que nos llamaban "niñas" y las profesoras por costumbre conjugaban el "todas" en clase sin que los chicos nos sintiéramos ofendidos. Casualidades, esa tendencia me ha perseguido el resto de la vida. Pido perdón por mi machismo a pesar de que tanta influencia femenina en mis gestos ha motivado en varias ocasiones que cuestionen mi orientación sexual. No tengo claro si debo pedir perdón porque, como consecuencia de lo anterior, mis mejores amigos casi siempre fueron mujeres. Arrepentido pido perdón por haber deseado a alguna mujer en mis sueños, aunque en la vida real eran ellas las que me tocaban el culo o seguían hasta casa.

La verdadera igualdad consiste en situar a ambos sexos a la misma altura en derechos, deberes y responsabilidades
Pido perdón porque en mis clases de Periodismo hay más alumnas que alumnos, pues según una feminista a la que he entrevistado las mujeres españolas del siglo XXI no escogen libremente la carrera que desean estudiar. Pido perdón porque habitualmente ellas obtienen mejores notas que ellos, así que espero que ninguna malpensada obsesionada con el heteropatriarcado suponga que, en vez de ser cuestión de mérito, es que busco aprovecharme. Pido perdón por ser hombre y a la vez ser jefe en el trabajo, lo cual me convierte por partida doble en culpable. Pido perdón por seleccionar periodistas y becarios sin mirar siquiera el nombre, aunque también pido perdón por las veces que otros hombres intentaron condicionar mis decisiones a partir de una fotografía. Pido perdón porque en tales situaciones sólo puse mala cara y no les mandé a tomar por donde debía. Pido perdón por negar la brecha salarial, no como estadística que por supuesto existe, sino como práctica legal y habitual, ya que no lo es. Pido perdón por no haber denunciado a la única persona que me ha pedido explicaciones sobre la duración de un permiso de paternidad, que sorprendentemente era una mujer.

Pido perdón por reclamar la participación imprescindible de los hombres en la consecución de la verdadera igualdad
En vísperas del 8-M, lamento pedir perdón por creer en la igualdad verdadera y estar convencido de que mujeres y hombres somos muy diferentes pero completamente equiparables en derechos y deberes. Pido perdón a las feministas por reclamar la participación imprescindible de los hombres en la consecución de esta verdadera igualdad. Una de ellas me dijo hace escasos días que el cambio lo lideran en exclusiva las mujeres, síntoma de la animadversión a la masculinidad que esconden sus protestas. Pido perdón por reprocharle que los hombres seamos postergados a las filas de atrás en la manifestación del jueves cuando su éxito radica en que muchos compartimos el fondo. Pido perdón por pensar que amigos y compañeros como Rafa y Javier, que cuidan de sus hijos mientras sus mujeres trabajan, deberían estar a la cabeza de esa reivindicación por la igualdad. Pido perdón por pensar que sustituir un patriarcado abusivo por un feminismo vengativo no es la solución. El problema, y por esto no pido perdón, es que el manifiesto de este 8 de marzo en realidad es una soflama ideológica que excluye a los hombres, que nos señala genéricamente como culpables de los males sociales y que nos aparta de una solución al problema. Pido perdón porque no se dan cuenta de que la verdadera igualdad consiste en situar a ambos sexos a la misma altura, con idénticos derechos y deberes y en equiparación de responsabilidades. Lo siento si molesta pero tengo que decirlo. Así que una vez más pido perdón.