ANÁLISIS DE CULTURA
Oda al cloro
Por Marta G. Bruno2 min
Cultura03-01-2018
Este mensaje va dirigido a Sus Majestades Los Reyes Magos y a todo el que viva en un atasco infinito hacia el calor gripal de los centros comerciales:
Regalen a los editores más avezados, y también a los que empiezan, el poder de saber diferenciarse del resto. El hartazgo de las noticias hechas listas tituladas "lo mejor de 2017" o "Lo que nos espera en 2018" se mezclan con los "propósitos del nuevo año", que por cierto olvidaremos en un 90 por ciento. Crecen las dudas sobre hasta qué punto el ser humano ha perdido todo el sentido de la creatividad bajo la nebulosa del clic facilón. Las portadas impresas se ahorran el titular bailable a la par que insípido. Porque ese es el hueco dedicado al periodismo de nuestros padres.
Viajen hasta el lugar donde el símbolo del dólar se refleja en los ojos de los que lo frecuentan. Los considerados como las mentes privilegiadas que pueblan Silicon Valley, ese territorio dorado que imagino como una mezcla de sonrisa perla y comunidad “SIM”. Sí, ese juego que a los que vivimos la infancia en los 90 y 2000 nos sirvió como catalizador de nuestros gustos decorativos, nuestra ansiedad por crear dinero con aquel efecto poderoso y a alguno como prueba fehaciente de escasa capacidad para cuidar del resto. Y dejen allí un libro sobre el pasado que desconocen.
Porque tranquilos lectores: hay algo que enturbia aún más nuestro presente y futuro con el ánimo de producir la amnesia colectiva sobre el pasado. Y ese ánimo naturista que es defendible hasta cierto punto ha llegado a un límite imposible de traspasar: llamar "agua cruda" a la no potable, palabras que estamos acostumbrados a leer en algunas fuentes y que de manera inmediata rechazamos, tal y como nos enseñaron nuestros padres. Si los lugareños de muchos de los pueblos en los que podemos ver esas salidas de agua lo hubieran pensado igual, ahora mismo estarían nadando en ríos de dinero, a coste 3 euros por litro.
Pasado el esplendor griego y romano y sus habilidades para, entre otras cosas, transportar el agua, llegó un momento en el que mientras las poblaciones no paraban de crecer, sí lo hacían los sistemas de tratamiento de agua. La conclusión no es otra que la aparición de epidemias y enfermedades que aniquilaron miles de vidas. Pero la capital de la tecnología se ha olvidado de aquel capítulo de la historia. También de que la falta de acceso al agua potable es la primera causa de muerte en los países en desarrollo.
La última idea pasa por colocar cisternas que recogen el agua de la lluvia y de ahí va directa a su vaso. Partimos de una realidad: dada la escasez de lluvias en nuestro país, no cumpliríamos jamás con la recomendación de beber 2 litros de agua al día. Los urólogos se harían de oro. Hagan ustedes una oda al cloro como la mayor de las terapias médicas desinfectante y confíen en la normativa sanitaria española, que evitará que tal atrocidad llegue a nuestro país.