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ANÁLISIS DE CULTURA

¿Está el 'torpedo'? que se ponga

Fotografía
Por Marta G. BrunoTiempo de lectura2 min
Cultura15-11-2017

Al Siglo XXI le ha faltado carcajada fácil no porque no la mereciéramos, sino porque el tambaleo de nuestra democracia ha sido de tal calibre que hasta los últimos resquicios que nos quedan del XX, véanse Los Morancos, llegan al público con vídeos parodia sobre nuestros casos de corrupción y el síncope catalán. Son los únicos. Fin. 

 Porque Gregorio Esteban nos deja huérfanos de diccionario propio del chiste español, de humoristas con estilo propio que se paseen como héroes por nuestra patria. Esa mezcla entre cubista y hortera, caspa nacional a la par que divinidad propia de un cuadro de Velázquez. Porque a Chiquito es lo que le falta, un óleo que le represente en una pinacoteca como orgullo nacional.

 Porque a España nunca le ha faltado la miseria, el paro, las historias de superación del que nació pobre y se hizo rico. Del que pasó la posguerra y la intentó olvidar con los Capullitos malagueños. Aquí la Matrícula es para el que logre disfrazarlo de poemas que nos hagan gracia y no nos lleven a la Audiencia Nacional, sino que sepan denunciarlo con gloria y que si nos reímos de nosotros mismos, que sea con la mejor de las prosas. El chiquistaní de Chiquito no se estudia en los colegios pero el manual  debería estar colgado de la barra de los bares, donde de verdad surge el debate de lo que nos acontece como país, sentimientos nacidos de nuestras entrañas cerveza en mano y sin cámaras delante. Ahí está la declaración. Lo que en televisión llamamos “el total”.

 Si ha habido una vez en el que el humor sea más poderoso que el fútbol el privilegiado que se coloca la medalla es Chiquito, que logró que la audiencia le eligiera a él en 1994. El que se atrevió a denunciar a los fistros (cobardes) por la Gloria de mi madre. Al que le llegó la fama ya jubilado.

Hasta luego, Lucas. Hasta Luego, Gregorio. Y nos quedamos huérfanos de chiste confiando en que un torpedo esté cogiendo carrerilla en algún lugar de nuestra geografía para coger tu testigo. Sea encima de un escenario o en una revista. Yo propongo que esté de vuelta La Codorniz, “la más audaz para el lector más inteligente”. La vuelta de un Mihura sin censura. Un Miguel Gila que sólo necesitó ingenio y un teléfono para explorar la realidad que nos rodea. Un Eugenio que sin tener cara de chiste hacía del problema una ironía. José Luis López Vázquez y Alfredo Landa como el recuerdo de las tardes en casa de la abuela, para ella los actores del comienzo de su madurez. Nostalgia, que nunca te vas. Tiempo al tiempo. Habrá memoria también del futuro.