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ANÁLISIS DE ESPAÑA

La mentira se acabó

Fotografía
Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura2 min
España09-10-2017

Era una mayoría silenciosa, pero sobre todo silenciada en Cataluña la que este domingo se echó a la calle para reivindicar los derechos que el nacionalismo lleva décadas hurtándole. Una movilización política (que no politizada) sin precedentes para sorpresa de los medios internacionales y rematada con los discursos de Vargas Llosa y Josep Borrell. Un peruano que es el ejemplo vivo de la grandeza de la cultura española, también en América, y un socialista de los de antes. Imposible ver en ellos el perfil de un facha. Los parlamentos fueron por momentos duros. Se le pasó la factura a los empresarios cobardones y a ciertos medios de comunicación locales que son "una vergüenza democrática". Pero sobre todo fueron un ejemplo de seducción en clave interna a esa otra mitad de los catalanes. Se pidió que Cataluña vuelva a ser la abierta capital cultural y el motor industrial de España, se llamó a comprar cava catalán y hasta se acallaron los gritos que exigían cárcel para Puigdemont. Era el día de demostrar que este es el bando de la Ley, la democracia y la libertad. Recuperar el seny. No obstante, sería un grave error dejar pasar la ocasión para no aprender de los errores.

Quién tenga la tentación de ver en las dudas del independentismo una oportunidad para hacer borrón y cuenta nueva estará incurriendo en la ingenuidad de volver a infravalorar el desafío soberanista que se vio capaz de lograr la ruptura gratis, con batucadas. Urge frenar el golpe, primero, y pensar en el futuro, después. Si no se le arrebatan al independentismo sus resortes, si se vuelve al cómodo pactismo de las últimas décadas como si nada, dentro de unos años ya no habrá siquiera mitad silenciosa a la que apelar en Cataluña. El 8-O podrá ser un buen punto de partida sin caer en la trampa del diálogo o la mediación que propone ahora el secesionismo con la inestimable ayuda de Podemos, siempre al rescate.

Es como esos boxeadores que cuando se ven contra las cuerdas corren a abrazarse al oponente para coger aire y seguir golpeando. Esa apelación al diálogo es recurrir a la trampa de hacer creer que hasta ahora no ha existido esa posibilidad en un país democrático y moderno en el que no se le niega la palabra a nadie dentro de la Ley. El truco consiste en situar como antidialogantes a quienes defienden el cumplimiento de la legalidad, requisito indispensable para cualquier democracia. Supone un nuevo ejercicio de neolengua, un secuestro de la palabra como cuando Zapatero se apropió del "talante". El talante puede ser bueno o malo, pero sólo apuntar esta obviedad ya te convertía en un rancio. Tan importante será la seducción en el futuro como la firmeza del Estado de Derecho. Y el único diálogo posible que le queda a los responsables de esta situación debe ser con los jueces mientras el resto construimos un país mejor entre todos. !Viva España y visca aquesta Catalunya!