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ANÁLISIS DE INTERNACIONAL

Terrorismo low cost

Fotografía
Por Isaac Á. CalvoTiempo de lectura3 min
Internacional27-03-2017

El terrorismo ha ido evolucionando a lo largo de los últimos años y se aprecia una tendencia hacia el low cost (bajo coste). Este hecho no se debe a la crisis económica que afecta a las principales economías del mundo, sino a que los terroristas saben optimizar recursos sin perder efectividad.

El siglo XXI comenzó con el ataque contra las Torres Gemelas y el Pentágono, en Estados Unidos, el 11 de septiembre de 2001. Este constituyó todo un logro en cuanto a planificación, presupuesto, ejecución y repercusión mundial. Sin embargo, ese tipo de macroatentados se ha visto relegado o sustituido por otros menos espectaculares, pero más habituales y con réditos parecidos.

El terrorismo se nutre más de la amenaza generada por posibles ataques que de los propios ataques en sí. La acción criminal dura unos minutos, pero el miedo en la población se mantiene durante meses. Además, en un mundo tan interconectado, la repercusión mediática es global. Esta es una de las razones por la que los atentados que se perpetran en los últimos años son mucho menos espectaculares que el 11-S, pero son más frecuentes, fáciles de desarrollar y más efectivos a ojos de los terroristas.

Ya no es necesario tener ingentes cantidades de dinero, buena preparación física, adiestramiento de combate... Ni siquiera es imprescindible disponer de explosivos ni de armamento de guerra. Cualquier persona bien adoctrinada puede acceder a un vehículo con el que atropellar peatones, a un cuchillo de cocina con el que apuñalar certeramente a los transeúntes... No es necesario nada más para arrebatar unas cuantas vidas y sembrar el pánico antes de ser abatido por la Policía.

Se da la circunstancia de que estas personas radicalizadas son difíciles de detectar, ya que, en la mayoría de los casos, son ciudadanos locales que hacen una vida relativamente normal y no levantan sospechas. Por ejemplo, en el último ataque en Londres, el terrorista tenía 52 años, una edad que no era considerada de riesgo por las autoridades, ya que estas se centran más en los jóvenes, que son más moldeables por los discursos islamistas del odio.

Este hecho tiene que servir para recordar a los servicios de inteligencia que hay casos en los que mujeres, niños y discapacitados son utilizados por los terroristas en Siria e Irak. Actualmente, no se debería dejar de investigar a una persona por el hecho de que se escape al perfil más habitual. Aun así, es imposible detener todos los intentos de cometer un acto terrorista. Matar es muy fácil y no se puede garantizar la seguridad total porque el ser humano, su modo de vida y el entorno que lo rodea son vulnerables.

Esta es una amenaza muy compleja, que puede golpear en cualquier lugar y en todo momento porque siempre va a haber alguien dispuesto a matar y a morir. Es necesario confiar en las autoridades, pero también hay que exigirles el máximo a la hora de desempeñar su trabajo. Por esta razón, los servicios de inteligencia y los gobiernos deben ser conscientes de su responsabilidad, dejarse de orgullos e intereses propios, abandonar la burocracia y trabajar conjuntamente con sus aliados. Ante grandes desafíos es imprescindible tener altura de miras, perder el miedo a tomar decisiones difíciles, olvidarse del qué dirán y recordar que la supervivencia de Occidente y sus valores están en juego.