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ANÁLISIS DE SOCIEDAD

El motivo de la Navidad

Fotografía
Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Sociedad06-12-2016

No es sólo una costumbre ni un tópico fruto de la inercia. No significa despildarro ni es sinónimo de sonrisas de cartón piedra. Tampoco hay que andar agobiados, ni con caras largas y añoranzas caducadas de las de cualquier tiempo pasado fue mejor, pues nunca se darán las circunstancias conforme a nuestra idea de perfección. La Navidad es mucho más que todo lo que se pueda escribir sobre ella. Y mejor, pues fue y es la mejor noticia jamás ocurrida. Aunque nos resistamos a creerla.

Quizás por eso todos los años por estas fechas arranco mi particular combate contra los pensamientos cenizos, los argumentos huecos, las justificaciones políticamente correctas y los antinavideños, que también los hay y se están convirtiendo en plaga. Sólo hay que ver esas propuestas ¿laicas? de una Navidad no religiosa. Entonces, a sus autores habría que recomendarles que estudien historia...

Por eso, lo del combate del que hablaba, yo en Navidad quiero "una cosa envuelta". Significaría que se ha puesto cariño en el envoltorio para dar emoción a la cosa, aunque ésta pueda ser una madeja de lana para tejer, un sobre de semillas de plantas, una pastilla de jabón o un humilde delantal. En Navidad quiero que los zapatos estén limpios para recibir a los Reyes Magos, la mesa y la chimenea puestas para acoger a la familia y la bandurria templada para romper el silencio en la Misa del Gallo.

En Navidad quiero sonrisas cabales y buenos propósitos, la intención de, al menos, ser un poquito mejores y convertirse en niños que acaban de descubrir una estrella fugaz. Para Navidad quiero ánimos nuevos para saborear las recetas de siempre y que un pellizco en el corazón brinde por los ángeles que se fueron,  que con más o menos alas, son muchos.

En Navidad quiero poner el Belén y que suene el timbre porque los niños piden el aguinaldo (los que hayan sobrevivido a los fantasmas de Halloween) y tomar vino añejo con los abuelos. En Navidad quiero recibir tarjetas de felicitación, escritas a mano y sin la urgencia tópica y metálica de un mensaje al móvil. 

En Navidad quiero esperanza y lucecitas, olor a leña y castañas y una pandereta remendada. Si no nos lo regalamos todo eso en estas fechas, nos costará encontrar motivos para reconciliarnos con la explicación al ser humano el resto del año. Una explicación que, por cierto,  se concretó la primera Navidad. Por eso sobran los motivos.