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ANÁLISIS DE SOCIEDAD

La Cuba que deja Fidel

Fotografía
Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Sociedad02-12-2016

Andan las cenizas de Fidel Castro (o eso dicen) recorriendo Cuba para que procesionen ante sus restos miles de almas empujadas por finas y contundentes presiones políticas. Seguro que pasan lista de quién escribió en el libro de condolencias y quién lloró más ante el monumento fúnebre del dictador. Pero más seguro es que sólo los cubanos saben lo que sufren mientras los demás nos hacemos una idea de lo que puede ser vivir en esa Cuba que deja Fidel.

La Cuba que deja Fidel no es la del turisteo por La Habana y Varadero, sino también el paisaje desolador de cómo vive la gente en Santiago visto desde la torre de un hotel de lujo, a cuyas puertas las mujeres que piden ¡pastillas de jabón! a los extranjeros que pueden comprar artículos a precios europeos en tiendas para ellos mientras las estanterías están vacías en los maltrechos establecimientos para los cubanos.

La Cuba que deja Fidel se queda a oscuras noche sí y noche también, con funcionarios del Estado en cualquier esquina sin más que hacer que permanecer sentados en una silla roída y hastiados por el repetido menú de arroz y frijoles.

La Cuba que deja Fidel manifiesta desde la oficialidad que los compatriotas que disfrutan de favores de primera clase son premiados por su solidaridad y que por eso se pueden zambullir en las piscinas de los hoteles junto a sus familias. “Son donantes de sangre”, aseguran. ¿Nos lo creemos?

La Cuba que deja Fidel esconde en las entrañas de la sierra un santuario mariano en honor a la Virgen de la Caridad, junto cuya imagen devotos anónimos colocan estampitas de represaliados por los Castro. Curioso que la Iglesia sea uno de los pocos altavoces de la disidencia en el país caribeño.

La Cuba que deja Fidel adoctrina a través de los medios oficiales y aplaude con furor a sus líderes más por miedo que por devoción y por lo mismo cantan y bailan a sus revolucionarios de cabecera.

La Cuba que deja Fidel no tiene ni para cucharillas con las que remover el agua azucarada para una visitante indispuesta durante una visita a la emblemática tumba del Che Gevara en Santa Clara, por lo que una amable mulata introduce un dedo en el agua bendita que resucita a la víctima; ni tiene en sus boticas más remedio que un frasco de cristal con medio dedo de alcohol para hacer recuperar el sentido. Si eso es el tratamiento de lujo, ¿cuál será el reservado para los cubanos?

La Cuba que deja Fidel malamente libra la censura a las ventanas de Internet y la seguridad para escapar del país, por ejemplo, cuando los deportistas acuden a citas internacionales. 

La Cuba que deja Fidel es mucho más triste que la obra de teatro compuesta para la despedida de un hombre que ha hecho mucho, mucho daño, también a quienes no tienen más remedio que llorarle estos días porque les va la vida en ello.