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SIN CONCESIONES

La verdad de Gürtel

Fotografía
Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura5 min
Opinión19-10-2016

Confieso. Yo viajé con Correa. Contraté con la trama Gürtel. Fui testigo del lujo con el que agasajaba a sus clientes. Mi paladar, como el de otros periodistas, aún recuerda el sabor de las trufas de chocolate y del cava con el que nos recibía nada más subir al avión. Corría el año 2003 y las empresas de Francisco Correa tenían entonces el monopolio de servicios en el Partido Popular. La campaña electoral la organizaba quien ahora es juzgado en la Audiencia Nacional y eso incluía los desplazamientos de prensa de quienes perseguíamos al presidente del Gobierno, José María Aznar, por toda España. Fue mi primera caravana empotrado y sentí que nos mimaban en lo personal con vuelos chárter, hoteles de cuatro estrellas y cantidades ingentes de comida para no desfallecer durante jornadas maratonianas de 19 horas de trabajo. Las campañas electorales casi siempre son así, o incluso peores. Por eso, parecía lógico que en ese desfase laboral acomodaran un poco la vida de los periodistas que con su verbo narran la campaña a millones de votantes.

Algunos lujos, sí. Regalos, no. Todo lo pagaban los medios de comunicación. Unos 8.000 euros por periodista para sufragar cada día al menos dos vuelos, cinco autobuses y habitación individual de hotel. Siempre me sorprendió que, en campañas posteriores como 2007 y 2008, sin Correa fuera más caro y recibiéramos peor servicio. ¿Cómo es posible que Gürtel diera tanto con menos? Desde que estalló el caso me he hecho esta pregunta muchas veces y ahora posiblemente sabemos la respuesta. Las presuntas comisiones de empresarios por contratos públicos eran su verdadero negocio. En el PP comenzó con precios competitivos para arrebatar el mercado a la competencia y después infló las tarifas hasta provocar el enfado mayúsculo de altos cargos del partido. Uno de ellos trasladó la queja a los despachos de la séptima planta, donde José María Aznar y Francisco Álvarez Cascos dirigían con mano de hierro el partido. No sirvió de nada. Regresó a su despacho con el rabo entre las piernas y la orden de seguir contratando con las empresas de Correa. ¿Aquella fue una decisión objetiva o prueba de complicidad?

Un alto cargo del PP se quejó por los precios de Correa y recibió la orden de seguir contratando

Hechos así empujan a pensar que nunca sabremos la verdad del caso Gürtel. Una cosa será la verdad judicial, la escrita en una sentencia a partir de hechos probados. Otra distinta es la verdad que sucedió y que nunca sabremos si realmente coincide con la que está sacando a la luz la Audiencia Nacional. Correa ha confesado las comisiones de empresarios a cambio de contratos públicos, los regalos a dirigentes del PP, los sobresueldos en dinero negro a sus amigos, la evasión de dinero sin declarar a Suiza, el gasto desorbitado en lujosos caprichos, su connivencia con los políticos populares acusados... Sin embargo, sorprende la rapidez con la que aclaró "no es Francisco Álvarez Cascos" cuando la fiscal le interrogó por la siglas PAC. Fue uno de los pocos momentos en los que desmintió en vez de confirmar. Primero negó rotundamente, luego dijo no recordar, acto seguido se señaló a sí mismo y finalmente apuntó sin seguridad a Pablo Crespo, el que fuera su mano derecha en la trama. Demasiadas dudas en alguien tan firme, tan convencido y tan dispuesto a confesar los delitos presuntamente cometidos. La memoria es el cortafuegos que Correa emplea para limitar las responsabilidades penales y políticas de Gürtel. Esa sí parece la verdad.

La memoria es el cortafuegos que Correa emplea para limitar las responsabilidades penales y políticas
Es cierto que Correa pasaba más tiempo en la sede central del PP que en su oficina. Es cierto también que adoraba repartir regalos, a los políticos e incluso a las secretarias. Y es cierto que en aquella época lo hacía todo el mundo, en el ámbito público y especialmente en el privado, no seamos hipócritas. Es cierto que durante años fue el proveedor principal y que de pronto acabó el negocio. Lo que no es cierto es que fuera por falta de "feeling" con Rajoy o que el negocio se truncara por el error de contratar a un exasesor de Aznar para seguir trabajando con la nueva dirección. Hay dos fechas clave que explican el cambio de suerte de Correa. Una, cuando Jesús Sepúlveda -su brazo derecho en Génova 13- abandona la sede para ser alcalde de Pozuelo en las elecciones de 2003. Otra, cuando Ángel Acebes desembarca un año después en el PP y remodela el equipo de Organización. La austeridad y sobriedad del abulense chocaban frontalmente con la ostentación y excentricidad de los Correa boys. Ahí comenzaron las sospechas y ahí murió su gallina de los huevos de oro.

La austeridad y sobriedad de Acebes chocaban frontalmente con la ostentación y excentricidad de los Correa boys
Pero queda una incógnita por despejar, la principal de todas. ¿Cuál era la conexión real entre Francisco Correa y Luis Bárcenas? ¿Eran socios en negocios opacos para su exclusivo beneficio personal o eran los ejecutores de la estrategia de financiación del PP? ¿Les unió el destino u otra persona? El extesorero Álvaro Lapuerta es el único capaz de aclarar estas dudas tras 15 años al frente de las finanzas del partido pero cuando pudo no lo hizo y ahora que debería hacerlo ante el tribunal no puede por una "demencia sobrevenida". Por su parte, Correa no acusa a nadie por encima de Bárcenas. Quizás nadie existía o quizás quiere proteger a alguien, como su íntimo amigo Alejandro Agag. Bárcenas debería seguir el ejemplo de Correa en el juicio y confesar la verdad con todo lujo de detalles. Que explique si el dinero hallado en Suiza era suyo o del partido, si procede de negocios fraudulentos o robaba al PP parte de las donaciones que hacían las empresas. Que confiese si realmente coaccionaba a los ministerios para que otorgasen contratos millonarios a dedo -lo cual es casi imposible- o lo simulaba ante el empresario para cobrar un porcentaje. Que aclare si informaba a Lapuerta de sus movimientos, a los exigentes y minuciosos secretarios generales o al mismísimo presidente. Esto último cuesta creerlo y sería de traca tratándose de un inspector de Hacienda que se consolidó en la oposición y llegó a La Moncloa en 1996 con un discurso feroz contra la corrupción. Cuando acabe el juicio sobre Gürtel tendremos que hacer un acto de fe y creer que esa es la verdad. Al menos, la verdad judicial. La verdad que realmente sucedió puede que no la conozcamos nunca.