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ANÁLISIS DE ESPAÑA

Incoherencia de Rajoy con Colombia

Fotografía
Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España12-09-2016

No deja de resultar incoherente que este Gobierno saque pecho por haber sido el primero en resistir la tentación de negociar con terroristas y al mismo tiempo alabe y apoye el reciente acuerdo entre el Ejecutivo de Colombia y las FARC, rubricado en Cuba con la sonrisa de Timochenko, que no es otra cosa que una versión narcotropical de nuestro Josu Ternera o De Juana Chaos. Antaño protagonista absoluto de no pocos debates en el Congreso, hace mucho que el terrorismo, en concreto el de ETA, desapareció de las grandes citas parlamentarias. A modo de desagradable recuerdo sólo queda Bildu en una versión pírrica y amoquetada de lo que en su día fueron los adláteres de las pistolas. Los que ayer señalaban para que otros disparasen hoy lucen pegatinas en la solapa para denunciar la supuesta opresión a la que les somete el Estado, nada menos que desde la tribuna del hemiciclo. Son como un souvenir macabro del siglo XX.

A cuenta de un diálogo con los terroristas hubo que escuchar a los líderes arrojarse las víctimas a la cara. “Usted ha traicionado a los muertos” (Rajoy, 2005). Ahora, once años después, volvió una negociación con terroristas al Congreso. A propuesta de Izquierda Unida, todos los portavoces parlamentarios -incluido el del PP- firmaron una declaración institucional elogiando el resultado de la negociación entre el Gobierno colombiano y los terroristas de las FARC. Es decir, reconociendo la negociación como instrumento válido de interlocución con los que matan. Lo leyó la presidenta Ana Pastor -tercera personalidad del Estado- al término del debate de investidura: en el texto ni siquiera figura la palabra terrorismo. Tampoco hay ninguna mención a la investigación que, desde 2010, se sigue en la Audiencia Nacional sobre las relaciones entre ETA y la FARC, con pocos avances por cierto. Ni a los seis narcoterroristas colombianos a los que ordenó detener el juez Eloy Velasco junto a otros etarras en el marco de esta causa. Quién sabe si su arresto pudiese servir, por ejemplo, para esclarecer algún atentado. Quién sabe.

El Congreso de los Diputados, en cambio, “se felicita” por el fin de 50 años de “conflicto armado”. “El Congreso de los Diputados desea mostrar su satisfacción por la consecución del Acuerdo, así como un reconocimiento a sus artífices”. De nuevo Timochenko, acusado de secuestro, terrorismo, homicidio, rebelión, reclutamiento de menores, hurto calificado, daño en bien ajeno, narcotráfico, extorsión, conspiración, sedición, concierto para delinquir... De todo eso se podría librar a cambio de fundar un partido. “Justicia transicional”, lo llaman. La misma receta que trajo Brian Currin de Irlanda del Norte. A ver con qué cara se le niega ahora a Beitialarrangoitia una negociación para lograr que ETA se disuelva definitivamente y entregue las armas en una campa.

No sería la primera vez que España extrapola su política interior a la política exterior, por ejemplo, en su postura respecto a procesos independentistas. Ningún país se parece a otro, pero en la cuestión del terrorismo siempre existen una serie de denominadores comunes independientemente de que los asesinos lleven txapela, turbante o vivan en la selva. Toda negociación con terroristas pivota sobre una sensación amarga: quien se sienta a la mesa lo hace sabiendo que renuncia a la Ley para vencer al crimen. Y que eso siempre se podría haber hecho muchos muertos antes. Pero en la cuestión del terrorismo no es el qué, sino el cómo, la única garantía de nunca más. Ese cómo es el único asidero al que aferrarse tras tanto sufrimiento para aspirar a una sociedad más justa, más libre y más reforzada contra el terror.