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ANÁLISIS DE ESPAÑA

Entrevistar a Otegi

Fotografía
Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España18-04-2016

La entrevista de Jordi Évole a Arnaldo Otegi ha resucitado la eterna polémica en torno a quién debe y a quién no debe preguntar un periodista. Casi ninguna entrevista sobra siempre que las preguntas sean las adecuadas y prueba de ello es la comparación con el primer encuentro hace ahora siete años entre estos dos mismos protagonistas sentados en unas escaleras. “Una condena yo creo que ayudaría, yo no lo veo tan difícil tío, haz lo que quieras macho, si es que para ti la perra gorda”. Si es para eso, desde luego que la entrevista sobra. Se podrá decir que aquel era otro formato, más humorístico que periodístico. Pero si el objetivo es hacer gracietas, entonces sí cabe una reflexión sobre si el más adecuado para ello es quien durante años desempeñó nada menos que la función de justificar asesinatos. En cambio, si de lo que se trata es de hacer una entrevista, la cuestión no es el quién, sino el cómo.

La última entrevista de Évole fue útil, de entrada, para comprobar que la pretendida imagen del líder abertzale como hombre de paz hace aguas con sólo someterle al trago de enfrentarle a su pasado. Las contradicciones en las que incurrió ponen incluso en cuestión ese halo de mente privilegiada que le atribuyen sus seguidores y no pocos detractores. En una hora de entrevista ni siquiera fue capaz de llamar por su nombre a lo que ETA practicó durante 50 años alegando que la definición de terrorismo aceptaría un debate muy amplio. Admitió que mientras un país entero se estremecía ante la posibilidad de que la banda asesinase a Miguel Ángel Blanco, él estaba “en la playa como un día normal”. Eso a pesar de que los terroristas habían fijado esa fecha para el tiro en la nuca.

Unos segundos antes, el periodista le hizo ver las imágenes en las que un joven Otegi se negaba a condenar aquel asesinato: “es la palabra tabú, la condena famosa, siempre dándole vueltas a lo mismo ¿Por qué tenemos ese empeño en hablar de algo que ya no existe?”. Al preguntarle por el sangriento atentado de Hipercor (21 muertos), el próximo candidato a lehendakari de Bildu se mostró más preocupado por recordar que ETA avisó tres veces para que desalojasen el edificio porque su intención no era matar. No convenció al explicar cuál es el objetivo entonces a la hora de poner una bomba. “Ha ocurrido, tampoco tiene vuelta”. Con tal derroche de humanidad saldó el Mandela vasco la pregunta de si ha merecido la pena tanto dolor. Si aquello le conmocionó y no se atrevió a decirlo, entonces simplemente fue un cobarde.

“¿Cómo me puedes pedir a mi ahora que yo condene una cosa del pasado cuando yo no la condenaba cuando se producía?”, llegó a decir sobre la violencia etarra para confirmar que su miserable pasado sigue perfectamente vigente en el presente. Sólo en España una sociedad offshore reúne más unanimidad para finiquitar una carrera política que cualquiera de estas declaraciones. Volviendo a la polémica por la entrevista, merece la pena insistir en que una de las misiones del periodismo debe ser bajar al fango de vez en cuando y mancharse el morro para mostrar a la sociedad tal como es. Para recordar que a veces el mundo alberga espacios oscuros como acredita la obscena ambigüedad del discurso de Otegi.