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ANÁLISIS DE ESPAÑA

El 0,04 por ciento de Cataluña

Fotografía
Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España28-12-2015

Si el confuso panorama que trajo el 20D ha provocado ya las primeras evocaciones nostálgicas de la vieja estabilidad bipartidista, la supuesta democracia interna de las CUP va camino de conseguir que hasta el más partitocrático de los dedazos se empiece a ver como una opción saludable. Han hecho falta 40 años para alcanzar un consenso general en torno a la necesidad de revisar el pacto del 78 y están bastando unos días para poner en cuestión algunas de las anunciadas bondades purificadoras de la supuesta nueva política que en Cataluña también pasa por las CUP. Hubiese bastado con que los cargos electos de la formación antisistema hubiesen ejercido el cargo para el que fueron nombrados, no por sus militantes, sino por los 336.375 catalanes que les fueron a votar a las urnas. En lugar de eso, a la primera decisión importante se han inhibido en sus bases sin dar siquiera su opinión en el debate, anticipo de lo que se viene en Cataluña. Si esto es sólo para ver si salvan o no a Mas y teniendo en cuenta que para ellos los nombres no son importantes, qué no harán cuando haya que decidir sobre un plan sanitario, unas obras o pagar el dinero que se les debe a las farmacias.

Dentro de las muchas definiciones de democracia que circulan estos días para encajar la necesidad de consenso que obliga la ausencia de mayorías, no hay ninguna que se haya encargado de recordar el irrenunciable principio de jerarquía que entraña haber sido elegido para ocupar un escaño. Y conviene no olvidar que el mandato de las urnas conlleva unas responsabilidades ante las que hay que cumplir asumiendo incluso el riesgo de tomar decisiones impopulares. Si se permite que los políticos se escondan detrás de su militancia, se acepta que para participar en democracia no hay que acudir a las urnas, sino a sacarse el carnet del partido. Es difícil señalar el punto exacto en el que empezó a joderse el Perú hasta llegar a la asamblea de Sabadell. Primero se aliaron la derechona burguesa gobernante y su oposición de izquierdas para acudir juntos a las terceras elecciones en cinco años. El único objetivo de esta unión antinatura era dejar claro que no se trataba de unas elecciones autonómicas sin más, sino un plebiscito independentista.

Después, una mayoría de catalanes votaron seguir siendo parte de España. A la minoría secesionista eso le dio igual. Hicieron su propia interpretación del resultado, celebraron una victoria que nunca existió y siguieron adelante. Pero para culminar su proceso necesitan a las CUP porque la pérdida de escaños no les da suficiente respaldo. El futuro de Cataluña, por tanto, en manos del partido menos votado, desenlace casi de justicia poética para quienes tienen un concepto de democracia en el que la minoría prevalece sobre la mayoría. Y así llegamos a Sabadell donde el Frente Popular de Judea y el Frente Judaico Popular discutieron, no sobre qué han hecho por ellos los romanos, sino sobre el futuro de Artur Mas: ¿salvación o crucifixión? En concreto, debatieron 3.500 militantes de las CUP, es decir, un 1 por ciento de los votantes de las CUP, es decir, un 0,04 por ciento de los 7,5 millones de catalanes. Pero todo muy asambleario, todo muy democrático.