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ANÁLISIS DE ESPAÑA

Lo de sentirse español

Fotografía
Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España12-10-2015

Basta con escuchar una sola vez La Marsellesa para admitir con humildad que los españoles tenemos un himno tirando a normalito. Claro está que los franceses animan en su estribillo a que “una sangre impura inunde nuestros surcos”, algo imposible de plantear aquí sin que la cultura de lo políticamente correcto alumbre rápidamente una asociación con la sensibilidad a flor de piel reivindicando los derechos de cualquier minoría ofendida. Prueba a sacar pecho por el Descubrimiento de América y verás lo que tarda algún compatriota tuyo en acordarse del pueblo mapuche. Pero luego bien que lo gozan leyendo a Neruda o a Galeano en su lengua original. Que los españoles no hayamos conseguido hallar un término medio entre el “Aux armes, citoyens!” y el chunda chunda dice mucho de las contradicciones de un país que rebosa argumentos históricos a los que encomendarse. Quien tenga dudas, que visite el Museo del Prado, mucho más que una experiencia artística.

Es que Trueba tiene todo el derecho del mundo a no sentirse español ni cinco minutos sin dejar de ser el gran cineasta que es, pero Banderas, que también va sobrado de talento, prefirió acordarse de Picasso, Falla o Albéniz que “encajaron a España en una partitura”. El día que le dieron el Goya de honor citó a Cervantes, Unamuno, Valle Inclán a Lorca y a Machado por “tatuar sobre papel las miserias y grandezas de nuestro pueblo”. Acabó con Buñuel, Berlanga o Almodóvar. Ahora ve y llámale facha a Banderas. No hace falta decir que el himno de España es una “cutre pachanga fachosa” como soltó Pablo Iglesias en sus tiempos de enfant terrible para reconocer que hay otros mejores como, por otra parte, está evidenciando estos días el mundial de rugby de Inglaterra con media Commonwealth (riqueza común) derrochando tradición en cada placaje y cada estrofa. Pero limitar la cuestión identitaria sólo a conceptos estéticos y por tanto a una cuestión de gustos sería tan estéril como absurdo, ya sea el himno, la bandera o un traje de flamenca.

Nadie que haya visto la escena de los himnos de Casablanca -¡otra vez La Marsellesa!- podrá negar que más allá de lo estético de los acordes, está lo que representan. Y que los símbolos son importantes, aunque sea más cómodo esconderse en la libertad de expresión cuando son vejados de forma masiva y organizada en una pitada. O asumir como normal que quien antes justificaba los asesinatos de ETA ahora imparta lecciones de democracia rompiendo la Constitución en el Congreso. Nacer en España o en cualquier otro país no se elige. Tiene el mismo mérito que nacer uno u otro día, pero luego todos bien que soplamos las velas y aceptamos felicitaciones por nuestro cumpleaños. ¿Ser español es bueno? Como siempre, depende de con qué te compares. Ahora bien, conviene no perder de vista que hay mucha gente en el mundo que no sabe quién es Velázquez, pero a la que le encantaría tener un himno que, aún sonando normalito, representase un Estado de Derecho y unas leyes reconocibles en torno a las que poder planificar una vida segura a largo plazo.