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SIN CONCESIONES

La naranja indigesta

Fotografía
Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura4 min
Opinión07-10-2015

En el desayuno de Mariano Rajoy nunca falta la vitamina C. Algunos creen que inicia el día con una naranja pero en realidad lo que siempre preside su mesa es el kiwi. El presidente del Gobierno tiene esa sana costumbre desde hace casi dos lustros y la repite con el hábito inquebrantable del opositor que fue hace 30 años para obtener la plaza de registrador de la propiedad.

La naranja no está en su dieta pero a Rajoy le gustaría hincar el diente a esta fruta en las elecciones generales del 20 de diciembre. La naranja es el símbolo del partido de Albert Rivera, especialmente desde que el popular Rafael Hernando lo equiparó con la mascota del Mundial de Fútbol de España 1982. Ciudadanos aprovechó rápidamente aquel intento de desprecio del PP y le dio la vuelta hábilmente a su favor. Desde entonces, el partido de Albert Rivera no ha parado de crecer. En la dirección nacional de Génova 13 ya no se atreven a hacer bromas con los naranjitos y admiten cierta preocupación por su constante subida en las encuestas.

"El partido de Albert Rivera aspira a sustituir al PP"
Hay un destacado dirigente del PP, con fama de pardillo y currículo de metepatas, que a comienzos de primavera me advirtió de la amenaza de futuro que entrañaba Ciudadanos. "El partido de Albert Rivera aspira a sustituir al nuestro. Pretende ser el nuevo PP", me comentó mucho antes de que la formación naranja se convirtiera en la llave de gobierno en Andalucía y Madrid y, por supuesto, muchísimo antes de que fuera la segunda fuerza en las elecciones catalanas del pasado 27 de septiembre. Ahora nadie duda de su trascendencia. Lo difícil era vaticinarlo hace seis meses.

El supuesto tontito del PP ha demostrado ser más listo que quienes le critican desde el prejuicio cómodo y erróneo del televisor. Es cierto que Ciudadanos es la principal amenaza en votos para este partido, puesto que cada papeleta que le arrebata sitúa a Pedro Sánchez un poco más cerca de dar la sorpresa cuando llegue la cita con las urnas. Si Podemos era un aliado para Rajoy, pues a más coleta mayor efecto real del voto del miedo, con Ciudadanos sucede lo contrario. Cada voto perdido hacia la naranja centrista supone un debilitamiento del PP con vistas al 20 de diciembre y un aliento para el PSOE en su sueño de repetir la hazaña de José Luis Rodríguez Zapatero en 2004.

El PP tiene un problema demográfico y se agrava a medida que gira el reloj
Pero el verdadero miedo del PP hacia Ciudadanos no radica en el empuje de Albert Rivera en el público femenino ni en la belleza de Inés Arrimadas como reciente cabeza de cartel. El riesgo principal para el partido de la gaviota ni siquiera es inmediato, sino que radica en su proyección a medio y largo plazo. Entre los jóvenes cada vez hay más votantes dispuestos a apoyar a Ciudadanos antes que al PP. Mientras tanto, la media de edad del simpatizante tradicional de los populares cumple años y se aproxima a la Tercera Edad. Es un problema puramente demográfico y se agrava a medida que giran las agujas del reloj.

Esta tendencia es la que realmente siembra el pánico en el aparato de Génova 13, especialmente con un candidato a la reelección que ronda los 60 años y un nuevo aspirante en Ciudadanos que apenas tiene 35 primaveras. Lo que ahora es un 11% de los votos puede transformarse en un tercio de la población en una o dos legislaturas. Si eso sucede, no habrá vuelta atrás. Si eso sucede, el PP pasará a la historia como hace tres décadas le pasó a la UCD de Adolfo Suárez y Ciudadanos se convertirá en el mirlo blanco que el PP de Aznar representaba a principios de los 90.

Todo esto no lo digo yo. Lo dice ese dirigente del PP que nada tiene de pardillo aunque los suyos le culpen de males recientes. Lo cree también otro altísimo cargo hasta hace pocos meses que vivió en primera persona la refundación del partido de la mano de José María Aznar. El riesgo hoy por hoy está ahí, aunque al mismo tiempo parezca pequeño e improbable a los ojos de este periodista tan prudente como ingenuo. Dentro del PP hay responsables políticos que venían alertando del auge progresivo de Ciudadanos y de su amenaza real a la unidad del centro derecha español. Ahora ya no es un aviso, sino una realidad. Ahora no es una utopía, sino algo tangible. Ahora mismo, es un problema para Rajoy y la cúpula del partido no tiene claro cómo hacerle frente.