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ANÁLISIS DE ESPAÑA

El cine y ETA

Fotografía
Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España16-03-2015

Se acaba de estrenar en los cines Negociador, una película que aborda en clave de humor la última negociación con los terroristas que -no hay que olvidarlo- se vio “accidentada” con una bomba en la T4 de Barajas que le costó la vida a dos personas. Su director es Borja Cobeaga, artífice de éxitos como Vaya Semanita u Ocho apellidos vascos, película que al único que no gustó fue al crítico de Gara, muy ofendido por el hecho de que “intérpretes que no son vascos jueguen hacer de vascos que imitan acentos de chiste". Y sin RH negativo, le faltó apuntar. En España se han hecho varias películas sobre el tema, desde Yoyes hasta Lasa y Zabala, otra de las últimas. También documentales, alguno polémico como La pelota vasca, la pared contra la piedra, de Medem, u otros más recientes como Asier eta biok o 1980, centrado en el año más sangriento de la banda. También en teatro se adaptó recientemente la obra de Camus Los Justos (“jamás una idea puede estar por encima de una vida”) .

Ninguna película sobra. Cada uno es libre de pensar un proyecto y conseguir que alguien le ponga la pasta para hacerlo. Y luego el ciudadano es libre también de pagar o no una entrada. Puestos a proponer, ¿por qué no un thriller sobre el rescate de Ortega Lara? Sirva el recurso del cine para recordar que una democracia está obligada a no esconder sus miserias, pero tampoco a dejar de poner en valor sus conquistas en todos los frentes posibles. La derrota policial de ETA es sin duda una de estas conquistas. Por eso una película de acción que se llamase, por ejemplo, 532, por los días que ETA lo tuvo encerrado en aquel agujero. Con música de suspense como las del oscarizado Alberto Iglesias (La piel que habito) o dirigida por Daniel Monzón (Celda 211). Imaginen esa escena final con la Guardia Civil entrando en el zulo y deteniendo a sus captores, incluyendo al imperturbable Bolinaga, dispuesto a dejar morir ahí a su presa. Imaginen ahora esa película ganando el Goya. ¿Por qué no una sobre el vil asesinato de Miguel Ángel Blanco y la respuesta de la sociedad civil frente a la barbarie?. Ninguna película sobra, pero algunas son más necesarias que otras.

En pleno debate sobre los métodos de la inteligencia americana tras escándalos como las filtraciones de Wikileaks o el espionaje masivo de la NSA fue Hollywood y se sacó de la manga una película como Argo, centrada en una espectacular operación de rescate de rehenes americanos en Irán para mayor gloria de la CIA. Y casualmente ganó el Oscar a la mejor película frente a otra de las favoritas de ese año que era Lincoln, discurso de Gettysburg, millones de espectadores en todo el mundo. La misma Academia de los Oscar encumbró al año siguiente la película 12 años de esclavitud en la que, a diferencia de las anteriores, EEUU exhibe sus vergüenzas sin tabúes, sin que su sistema democrático se resienta. Al revés. Este año el mejor documental ha sido Citiizen Four, protagonizado por Edward Snowden, esto en una gala donde estaban nominadas cosas tan distintas como El Francotirador y Selma.  Y no pasa nada.

Una democracia será militante o no será. Y eso nos incumbe a todos, desde los poderes públicos hasta el último ciudadano. Desde avergonzarse ante la corrupción y los cientos de desahucios hasta pedir responsabilidades cuando se fuga un etarra. Desde abandonar la ambigüedad frente al encarcelamiento de disidentes hasta reivindicar la victoria sobre los terroristas o leer con atención el relato del periodista Javier Espinosa sobre su cautiverio en Siria para no olvidar que las amenazas son muchas y la fortaleza de un Estado se construye día a día. En todos los frentes.