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ANÁLISIS DE SOCIEDAD

Entrevista al Papa (otra vez)

Fotografía
Por Almudena HernándezTiempo de lectura3 min
Sociedad17-03-2015

Parece más accesible que un ministro y más cercano que un magnate. Rompe esquemas. Sorprende por su sencillez. Atrae a gentes de toda condición y hace atractiva esa Iglesia de siempre que se quedó en los terciopelos de los cortinajes del balcón Vaticano donde se asomó con su acento español. Y se quiso llamar Francisco, como el santo de los pobres y la naturaleza. Y concede más entrevistas que el futbolista de moda o ese presidente del Gobierno escondido tras los síndromes de los que contagia el poder. Ahora mucha gente le ve así, y muchos buscan un selfie con el Papa, o que Bergoglio descuelgue el teléfono y le llame por sorpresa o, como pedimos muchos periodistas, una entrevista con él con la que alimentar nuestro ego profesional y alcanzar un minuto de gloria. Como si la gloria fuese un minuto.

Se cumplen dos años de la elección de Francisco como papa y aquella intrépida, ambiciosa e inocente petición de una #entrevistaalpapa a través de Twitter de esta periodista ha quedado sumergida en las turbulencias de los navegantes y la caducidad de la rapidez de la era de Internet. ¡Qué estupidez! No habrá entrevista al papa, como tampoco habrá visita de Francisco a España por el año teresiano y otras tantas cosas que deseamos pero que luego el tiempo trata de recolocar en su sitio exacto. Dice Francisco en sus chistes que los argentinos se suicidan desde lo alto de su ego, pero en vanidad y soberbia poco nos ganan a los españoles. Y si encima uno es periodista, no se hable más.

Al leer la entrevista que el padre Bergoglio (permítanme la licencia, pero este papa es más cura de pueblo que otra cosa) es difícil no identificarse con el miedo que reconoce tener la colega Valentina Alazraki de Televisa. Muchos pedimos el encuentro, pero cuando llega hay que torear la situación y estar a la altura, dos retos bien importantes. Entrevistar a un papa produce vértigo. Entrevistar a un personaje con el carisma de Francisco es como para subirse en el ego y saltar al vacío en el segundo siguiente. Y despeñarse, claro. Muchos pedimos una entrevista a este papa de acento español, repasamos mentalmente las cientos de preguntas a las que sabemos que el obispo de Roma se enfrentaría como ningún otro, mientras él sólo pide a todo hijo de vecino que rece por él. Curiosa contradicción. 

Pero no lo es tal. Pues aunque también sabe alzar la voz y pedir responsabilidades, incluso las tan aplaudidas que está dirigiendo al seno de la Iglesia, Francisco toma el corazón en la mano y suelta aquello de que todos tenemos un papel que jugar, que no podemos ser impasibles al sufrimento. Y qué razón. Vemos las noticias como si en la mayoría de ellas no hubiese un drama por el que llorar desconsoladamente. Pero no nos queda empatía. Y ni media lágrima nos brota por la mejilla. Por eso, antes de buscar la grabadora para la siguiente, deberíamos escribir en la portada del cuaderno de notas esta frase del padre Bergoglio: "Todos tenemos de alguna manera la culpa o, al menos, el no hacernos cargo del sufrimiento". Uno de los titulares que obtuvo la colega Alazraki. Uno que podría valer para aquella entrevista imaginaria que pedí por Twitter hace dos años. Por ejemplo.