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ANÁLISIS DE ESPAÑA

El problema no es la reforma

Fotografía
Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España17-11-2014

Quizá el problema no sea reformar la Constitución, sino la declarada voluntad del independentismo de no cumplirla. El 9N sentó un precedente demasiado claro con la inestimable colaboración del Estado en su conjunto (el Gobierno, la Fiscalía, los Mossos...). Todos esperaban una orden para actuar. Como si una resolución del máximo tribunal de la nación no fuera suficiente. El independentismo catalán no va a cumplir ni esta ni cualquier Constitución que pueda surgir de un acuerdo entre el PP y el PSOE y que no recoja su derecho de autodeterminación. Del mismo modo que el independentismo no se hubiese conformado tampoco con la celebración de un referendum legal en el caso de que lo hubiesen perdido. Porque pasado un tiempo hubiesen pedido otro. Y así hasta conseguir su objetivo que no es otro que la independencia. Así las cosas, el problema en este caso no es que Rajoy no se siente a negociar una reforma. A día de hoy la respuesta federal tampoco sería una solución para el independentismo. Que la Constitución necesite una reforma es una cosa, pero que eso sirviese para calmar la situación con Cataluña es otra muy distinta. La solución, por tanto, tendrá que venir por otro lado. Pero los dos principales partidos a día de hoy siguen enredados en el debate de la reforma constitucional, seguramente tan necesaria como estéril si lo que se pretende con ello es frenar al independentismo en Cataluña. Este nuevo foco de enfrentamiento a ninguna parte no deja de ser otro ejemplo de la parálisis de populares y socialistas frente al avance del nacionalismo en Cataluña y de Podemos en el resto de España. Pones la radio una mañana cualquiera y se les escucha a todos. Bastan oír 30 segundos a cada uno para hacerse una composición de lugar. Monago por un lado, Susana Díaz haciendo equilibrios sobre Chaves y Griñán por el otro. Rajoy a miles de kilómetros, Cayo Lara se despide empujado por la sabía nueva de su partido al son del futuro que marca Podemos. En esto suena Pablo Iglesias. “Sonreid porque vamos a ganar”, dice usando una frase de Otegi, por cierto. No es la primera vez. Si sigue así le va a acabar robando hasta la comparación con Mandela, pero de Vallecas. Su lenguaje no hace equilibrios, es como una metralleta. A su lado hasta Pedro Sánchez parece más uno de esos ordenadores que te atiende cuando llamas a tu línea telefónica. Se saben fuertes y diferentes. De fondo los aplausos suenan más eufóricos que los de los demás. Volviendo a la Constitución, Podemos no propone una reforma, sino tirarla a la basura y hacer otra. La suya. “El cielo no se alcanza por consenso, se alcanza por asalto”, ¿recuerdan?. Aquella no era de Otegi, sino de Marx. El caso es que Podemos parece como esos equipos que juegan sin balón. Que aprovechan los fallos de sus rivales para salir a la contra y marcar. Su juego es directo, veloz, vertical. Los fallos de sus rivales son muchos y por eso en los últimos meses van ganando por goleada. Pero algún día les tocará tener el balón. Y cuando eso pasa hay que saber qué hacer con él.