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ANÁLISIS DE INTERNACIONAL

Cómo se dice..., cómo se llama... Obama, Obama

Fotografía
Por Isaac Á. CalvoTiempo de lectura2 min
Internacional13-11-2014

Cómo se dice..., cómo se llama... Obama, Obama. Este estribillo en español y su canción con ritmo reggaeton (ambos, obra de Miguel Orozco) fueron de los más pegadizos que sonaron para apoyar a Barack Obama en su campaña electoral presidencial de 2008.

Eran los tiempos de la esperanza, donde se creía que Obama iba a ser el salvador de Estados Unidos y del mundo, y que sus políticas supondrían el fin de los problemas internacionales. Además de excelentes discursos y de una imagen muy cuidada, Barack, su equipo, y muchos de sus seguidores supieron hacer una campaña 2.0 y usar perfectamente las redes sociales e Internet. Sus mensajes se propagaron rápidamente y eran compartidos de este a oeste y de norte a sur. No hubo sorpresas, y el demócrata Barack Obama se convirtió en el primer afroamericano que llegaba a la Casa Blanca. Las ilusiones eran tan desproporcionadas que hasta se le concedió el premio Nobel de la Paz poco tiempo después de llegar al poder, cuando aún no había hecho méritos para ello. Sin embargo, como era de esperar, cuanto más altas son las expectativas mayor es el riesgo de decepcionarse. Y eso es lo que está pasando. Muchos de los votantes de Barack Obama se han ido dando cuenta de que el presidente no era la panacea, como pensaban. Es cierto que Obama consiguió ser reelegido en 2012, pero su estrella se ha ido apagando. Las últimas elecciones legislativas lo han demostrado y son un varapalo para los demócratas. Al presidente le quedan ahora dos años de mandato, en los que deberá negociar con las mayorías republicanas e intentar alcanzar acuerdos, por el bien del país. Obama ha sido víctima del exceso de confianza que depositaron en él sus electores. Cuando concluyan sus ocho años en el poder (legalmente, no puede optar a más) y pase el tiempo se podrá analizar, con perspectiva, cómo fue su Presidencia. Obama, en líneas generales, no está siendo tan mal dirigente como creen muchos de sus decepcionados seguidores. Conviene entender la dificultad que tiene presidir un país tan grande en población y en territorio, y tan diverso en culturas, religiones, razas... Es complicado contentar a todos y tener que lidiar con los muchos grupos de presión existentes. Y estos casos, que no son pocos, solo se refieren al ámbito interior. A todos ellos se suman los que afectan al exterior. Estados Unidos no es primera potencia del mundo por casualidad. Su éxito es fruto del trabajo desarrollado durante décadas y de la aplicación de doctrinas de Estado. Por tanto, no importa quién esté en el poder. Ya sea demócrata o republicano, el presidente podrá variar ligeramente estas políticas, pero hay asuntos que son, prácticamente, intocables. Eso sí, siempre van a defender los intereses estadounidenses tanto dentro como fuera del país.