ANÁLISIS DE CULTURA
Myhtos Germania
Por Marta G. Bruno2 min
Cultura24-09-2014
Suenan los acordes de Lohengrin, mientras mira orgulloso a través de su ventana. Tiene una visión. La de Berlín como la gran capital, la mayor del mundo, y una Germania expansionista que se comería a todos los demás. La grandilocuencia de la arquitectura nacionalsocialista, y sus ciudadanos cegados por el brillo del oro harían todo lo demás. Pero para construir una gran ciudad es necesario desalojar al que no procede dentro de la perfección, y también la mano del que construye los arcos explotado porque es eso o morir. Pero no importa, porque en los siglos posteriores será la plata y el lujo los que predominen frente al odio y el antisemitismo. Eso pensaba él. Pero a Hitler no le salieron las cosas como él creía. El museo de la Asociación Berliner Unterwelten acoge esa visión expansionista, que años después acabaría en un bunker. Una concepción curiosa para el que los idiomas no eran su mejor baza, que tampoco viajaba, que trazó sus planes en el Mein Kampf. La derrota del pequeño gran dictador al que ahora se nombra en las noticias para preguntarse si era vegetariano o qué ocurrió con su familia. Alemania, la gran expansionista, consiguió cerrar como pudo la herida dolorosa de su pueblo, casi marchitado. El milagro económico y el Plan Marshall sirvieron de venda para lograr un país donde la economía de mercado fuera sólida. Una nueva cara. Pero el siglo XXI trajo consigo una pequeña incisión en la herida, de la que salieron deudas por el valor de 38.800 millones de marcos de la época. Alemania, ataviada con su aún carácter imperialista, quiso ordenar sobre todos los demás. El dominó de la economía hacía caer primero a los PIGS. Los peores, pero sus salvadores en los años 50, los mismos que le perdonaron más del 60 por ciento de su deuda. Atizados con la vara hicieron los deberes. O eso nos han querido contar. Las reformas pusieron rectos a nuestros mandatarios, y comienza a surgir un diminuto brote verde del que tanto gustaba hablar a nuestra querida ministra Elena Salgado. La tortilla otra vez vuelve a darse la vuelta. Los peores ahora tiran del carro, Alemania se contrae un 0,2 por ciento por primera vez desde el año 2012. Desde el Banco Central Europeo alertan de que no estamos tan bien como creíamos. Y esta vez la culpa no es de España. Mariano Rajoy volverá a recurrir aquello de que no necesitamos rescate (para la banca sí). Han pasado demasiados años desde que dejaron de sonar los acordes de Lohengrin, la cicatriz desaparece con suma delicadeza. Pero la economía, tan cambiante y no siempre previsible, puede hacer despertar otros acordes. Y lo deseable es que fueran los de la concordia. En ello estamos.