ANÁLISIS DE ESPAÑA
Democracia de estadio
Por Alejandro Requeijo2 min
España24-09-2014
Decir que democracia es votar es como decir que fútbol es marcar goles. Sí, pero no. Al menos no sólo. Es algo muy importante, fundamental, pero no es lo único. Decir eso es un reduccionismo engañoso. Tanto para votar como para meter goles hace falta cumplir unas reglas. Por mucho que todos los seguidores de un estadio quieran que su equipo marque, su delantero no podrá hacerlo con la mano, aunque eso facilitase el objetivo. Tampoco podrían juntar en el campo a 34 jugadores o pretender que el partido durase 383 minutos. O que se acabe en el momento en el que su equipo marque el primer gol. ¿Se podría tachar al árbitro de antifutbolero por impedirlo? Quizá en el estadio se quejasen, le acusasen de beneficiar al otro equipo. Le caería algún insulto. Un mecherazo en el peor de los casos. Típico cuando la pasión se impone a la razón. ¿Pero se le podría acusar de ir contra el fútbol? ¿se le podría acusar de ir contra la esencia misma del juego por pretender que se cumplan las reglas que le dan sentido? ¿entonces por qué se tacha de antidemocrático a un Gobierno por tratar de impedir una acción ilegal? En este caso es un referendum, que se sale de las reglas del juego democrático. Si cada uno en el campo de fútbol hiciese lo que le diese la gana para conseguir sus fines, entonces eso dejaría de ser fútbol para ser simplemente otra cosa. Y con la democracia pasa algo parecido. Puede que haya quien se sienta más cómodo primando la voluntad del colectivo por encima de la ley, pero eso no es democracia. Es otra cosa. Si las dos cosas no van unidas, no sirve para nada. Si democracia fuese sólo votar, si fuese sólo medir mayorías y minorías cada vez que surgiese algún descontento, entonces se estaría dando por bueno que mañana se convocase un referendum a favor o en contra de la subida de impuestos, a favor o en contra de ir a trabajar los lunes, a favor o en contra de que alguien vaya o no a la cárcel, fuese o no culpable. Independientemente de lo que decidiese un juez. Puestos a discutir sobre fronteras, si una región se independizase, los ciudadanos de una localidad de esa nueva nación podrían celebrar una consulta para decidir si prefieren seguir como antes. Incluso tendrían derecho a repetirlo todos los fines de semana hasta conseguir el resultado pretendido por sus autoridades. El Gobierno no es que tenga el deber sino la obligación de velar por los intereses de esa parte de los ciudadanos que no están de acuerdo con el incumplimiento de la ley. Aunque le lluevan mecherazos.