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ANÁLISIS DE INTERNACIONAL

Escocia escocía

Fotografía
Por Isaac Á. CalvoTiempo de lectura2 min
Internacional23-09-2014

El referéndum de independencia de Escocia era un asunto que escocía al primer ministro británico, David Cameron. Cuando hace tiempo pactó su celebración estaba convencido de que saldría el "no". Sin embargo, en las últimas semanas, Cameron ha estado en vilo porque el "sí" era factible. Es el riesgo que tiene convocar este tipo de votaciones y hay que asumirlo. Afortunadamente para el Gobierno británico, para la Unión Europea y para países que sufren el nacionalismo en alguna de sus regiones, los escoceses han rechazado ser independientes por una mayoría más amplia de lo previsto. Si hubiera salido el "sí", se habría creado una situación política compleja y difícil de gestionar. Si en un simple divorcio de una pareja hay desavenencias con los bienes y enseres que se lleva cada uno, da miedo imaginar cómo sería hacerlo entre dos entidades que se separan después de tres siglos de matrimonio. Una ruptura a la que hay que sumar la relevancia económica, política, militar y estratégica de los asuntos a repartir. El "no" a la independencia es la decisión más lógica, prudente y conveniente que han podido hacer los escoceses. En este tipo de referéndum hay que votar apelando a la razón y no al corazón. El nacionalismo sabe jugar con los sentimientos de las personas. En la mayoría de los casos, no duda en usar mentiras y medias verdades para defender sus intereses, que muchas veces benefician más a sus líderes que al conjunto de la población. El "no" satisface a Reino Unido, pero debería consolar a los que votaron "sí" porque también salen ganando. Es cierto que no han logrado su objetivo último, pero lo ocurrido en Escocia ha servido para que el Gobierno británico se comprometa a otorgar más competencias a las autoridades escocesas. Es decir, más autogestión pero sin perder los privilegios de formar parte de una potencia mundial. Una vez conocido el resultado del referéndum y la cesión de algunos poderes, quedan algunos asuntos importantes por dilucidar. Por un lado, hay que ver si se cura la herida de la división social generada por el proceso independentista. Por otro, habrá que comprobar si el nacionalismo (por lo general, insaciable) pierde fuerza o queda latente a la espera de otra oportunidad.