SIN CONCESIONES
El novismo
Por Pablo A. Iglesias3 min
Opinión17-09-2014
La radio es una fuente constante de sabiduría y entretenimiento. Siempre te saca una sonrisa o te enseña algo. El sábado, sin ir más lejos, descubrí una teoría sociológica contemporánea. Fue al escuchar el programa de Isabel Gemio en Onda Cero. Que me perdone la veterana periodista, a la que envidio más por tener como padre profesional a Jesús Hermida que por su praxis periodística. No obstante, siempre ha tenido un don para detectar personajes interesantes y realizar entrevistas de fondo, más allá de la fugacidad de la noticia. Esta vez la protagonista era Emma Bonino, exministra italiana que llegó a ser comisaria de Pesca y Ayuda Humanitaria de la UE. Fue la política quien espetó el término "novismo" para criticar la alocada tendencia que existe en los países occidentales a la hora de encumbrar todo aquello que es nuevo. Da igual si es bueno o es malo. Como es nuevo, es rápidamente admirado. Bonino da en el clavo. La única duda es si el novismo ha exacerbado el afán consumista de nuestras sociedades o si es el consumismo atroz el que ha dado pie a la ceguera que provoca el novismo. Lo nuevo ni es bueno ni malo, simplemente es nuevo. Hace falta un poco de tiempo y, sobre todo, mucho raciocinio para detectar si aquello que acaba de aparecer es mejor que lo que existía anteriormente. En el siglo pasado las cosas y las personas adquirían valor a medida que aumentaban de edad. Ahora hay presidentes del Gobierno de cincuenta años jubilados y niños alrededor de los quince con fama mundial y contratos millonarios por destrozar un par de canciones. Hay casos palmarios y evidentes de que lo nuevo es notablemente peor pero la sociedad abraza cualquier apariencia de innovación, aunque en realidad suponga un retroceso y un paso atrás. Sucede en las empresas, donde la mano de obra barata come cada vez más terreno a la experiencia de un profesional contrastado. Un trabajador novel puede tener más entusiasmo y disposición pero está por detrás en calidad, conocimientos y rapidez. Sucede igualmente en el deporte, donde el último fichaje arrebata protagonismo al anterior sin garantizar el éxito. Sucede incluso en la política, donde el aire fresco de una formación como Podemos es capaz de arrasar en pocos meses la historia legendaria del Partido Comunista de España e Izquierda Unida. En este caso, más aún, conviene recalcar que lo nuevo no siempre es bueno. El hartazgo hacia la política y los políticos ha despertado un inusitado interés hacia quien se presenta como no político, sin que ello garantice una mejor gestión. El novismo es un engaño, un anulador de conciencias y neuronas. Exige no pensar porque el criterio emana de lo nuevo. El verdadero valor de las personas y de las cosas no está en la edad ni en la duración. El valor primero siempre reside en el corazón, con nuestro cariño hacia ellas. Luego está la aportación, en el caso de una empresa, un proyecto común, un equipo e incluso una formación política. Lo nuevo resulta casi siempre agradable pero no por ello es mejor. Deberíamos tenerlo más presente en nuestras vidas si realmente queremos mejorar las cosas. En caso contrario, nos convertimos en esclavos de modas tan nocivas como pasajeras.